XVIII
Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 55,1-3 - Rom
8,35-39 - Mt 14,13-21
En una ocasión,
al jefe de los fariseos que le invitó a comer . Jesús
le dice: No invites a tus amigos,
familiares o vecinos ricos… Generalmente,
las comidas o banquetes organizados por los poderosos
sirven
para explotar a los débiles. Son
banquetes que matan.
Jesús
que acoge y come con publicanos y pecadores, le dice al fariseo: Invita a los
pobres, mancos, cojos y ciegos; y serás feliz porque ellos no tienen con
qué pagarte… (Lc 14). Son
comidas que dan vida.
Jesús se entera de la muerte de Juan el Bautista
Hay en los
evangelios una relación muy significativa entre la vida
y
muerte de Jesús de Nazaret y de Juan el Bautista, por ejemplo:
-La visita de María a su parienta Isabel
es un homenaje sencillo:
a
dos mujeres… y a dos niños que aún no han nacido, Jesús y Juan.
-Años después, Jesús deja su tierra de
Nazaret y va al río Jordán,
donde
-en medio de su pueblo- es bautizado por el profeta Juan.
-Luego, movido por el Espíritu se retira
al desierto para orar y ayunar.
-Más tarde, al saber que Juan ha sido
encarcelado por Herodes,
Jesús
vuelve a Galilea y, desde allí, anuncia
el Reino de Dios.
Según el texto de
Mateo, al enterarse que Juan ha sido asesinado,
Jesús
se fue de allí en una barca, Él solo, a un lugar despoblado.
Afectado
por esa noticia, Jesús vislumbra el futuro que le espera, pues
los
profetas de Dios son perseguidos por los poderosos de siempre.
Juan
es asesinado el día del cumpleaños de Herodes, día en que éste
ofrece un
banquete
a sus jefes, comandantes y personas importantes
de
Galilea. También participa Herodías
que odia a Juan, y su hija
utilizada
por su madre para pedir la cabeza del Bautista.
Lamentablemente,
en medio de una abundante comida y bebida,
aparece
la muerte: La cabeza de Juan fue traída
en una bandeja
y
entregada a la joven, y ella se la entregó a su madre (Mt 14,1-12).
Jesús
que recorre pueblos y ciudades para dar vida, está advertido;
pero
no retrocede, sigue actuando con entrañas
de misericordia.
No tienen necesidad de irse, denles ustedes de comer
Jesús, como en
otras ocasiones decisivas, Él solo, se retira a orar;
para
comunicarse con Dios y seguir anunciando
el Reino de vida.
Al
desembarcar y ver una multitud de hombres, mujeres y niños,
tiene
com-pasión de todos ellos y se pone a
sanar a los enfermos.
Con
su mirada de compasión y con sus manos que dan vida,
Jesús
nos muestra el camino que debemos seguir en nuestros días.
Sin
embargo, preguntémonos: ¿Cómo anunciar al Dios de la vida,
en
una sociedad injusta donde los pobres mueren antes de tiempo?
Al
atardecer, los discípulos se acercan a Jesús y le dicen:
Estamos
en un lugar despoblado y ya es tarde, despide a la gente
para
que vayan a los pueblos vecinos a comprar alimentos.
Hoy
también, para reactivar la economía se favorece a los poderosos,
quienes
después de apropiarse de nuestras riquezas naturales,
despiden a
la gente nativa, para que vayan a la
ciudad o al extranjero;
allí
podrán comprar alimentos. ¿La
solución vendrá del dios-dinero?
Estos
proyectos de muerte solo sirven para profundizar el abismo
que
hay: entre los 85 más ricos del mundo que tienen la misma
cantidad
de dinero, que 3,570 millones de personas pobres.
Además,
¿a quiénes beneficia la criminal carrera armamentista?
¿Hay
voluntad política para acabar con el narcotráfico que corrompe?
¿Puede
un seguidor de Jesús vivir de espaldas ante esta realidad?
Jesús en cambio
va a la raíz del problema: compartir
nuestro pan,
y
nos dice: No tienen necesidad de irse,
denles ustedes de comer.
Cinco
panes y dos peces no van a solucionar el hambre del mundo,
pero
puede ser el inicio para desencadenar una auténtica solidaridad,
demostrando
así que otro mundo es posible, más humano y fraterno.
A
diferencia de Herodes que invita a un grupo de gente poderosa,
Jesús acoge a
las personas excluidas por la sociedad y la religión:
Toma en sus
manos los cinco panes y los dos peces…
Alza la mirada
al cielo… Da gracias… Parte el pan…
Se los da a sus
discípulos… Y ellos los reparten entre la gente.
Todos comieron
hasta saciarse… Incluso sobraron doce canastas.
Ante
el grave problema del hambre, el Vaticano II nos exige:
Alimenta
al que tiene hambre, porque si no lo alimentas, lo matas.
Comparte tus
bienes, ayuda en primer lugar a los pobres, para que
puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos (GS, n.69).J. Castillo A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog