IV
Domingo de Cuaresma (ciclo A)
1Sam
16,1-13 - Ef 5,8-14
- Jn 9,1-41
Algunos
fariseos y maestros de la Ley, ‘estudiosos’
de la Escritura, expulsan de la
sinagoga a todos aquellos que no piensan como ellos, y desprecian a
Jesús, llamándole: samaritano,
endemoniado, pecador.
Muy diferente el camino de fe que recorre un joven, mayor de edad, que nació ciego, es pobre y vive pidiendo limosna. Gracias a Jesús, recupera la plena capacidad de ver hasta confesar: Señor, yo creo.
Muy diferente el camino de fe que recorre un joven, mayor de edad, que nació ciego, es pobre y vive pidiendo limosna. Gracias a Jesús, recupera la plena capacidad de ver hasta confesar: Señor, yo creo.
¡No hay peor
ciego que el que no quiere ver!
Una
vez que el joven ciego recupera la capacidad de ver, se levanta
y empieza a
actuar. De inmediato surgen una serie de problemas.
*Ante las
habladurías de sus vecinos, aquel
joven les dice: soy yo;
“soy el mismo
ciego que vivo marginado por la sociedad y la religión,
pero ahora veo,
gracias a un hombre que se llama Jesús”.
*No satisfechos
con la respuesta, lo llevan ante los
fariseos,
personajes que
imponen su verdad porque creen saberlo todo.
Interrogado por
los fariseos, el joven les narra su experiencia
diciéndoles: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
De inmediato,
surge un desacuerdo entre los fariseos. Unos afirman:
Este
hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros dicen: ¿Cómo puede un pecador realizar semejantes
signos?
*Luego, los
fariseos llaman a los padres del
joven y les preguntan:
¿Es
éste su hijo el que ustedes dicen nació ciego? ¿Cómo ve ahora?
Los padres, por
miedo de ser expulsados de la sinagoga, responden:
Pregúntenle
a él, es mayor de edad y puede responder por su cuenta.
*Los fariseos, llaman de nuevo al que
había sido ciego y le dicen:
Confiésalo
ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es pecador.
Él responde: No sé si es pecador. Y, para confusión
de ellos, añade:
Si
ese hombre no viniera de parte de Dios, no tendría ningún poder.
Fue entonces
cuando los fariseos le dicen: Naciste
lleno de pecado,
¿y
pretendes darnos lecciones a nosotros? Y lo
expulsaron…
Hay personajes
que prefieren las tinieblas porque sus obras son malas.
¡Felices los
limpios de corazón, porque verán a Dios!
Él
es un joven adulto, nació ciego y sobrevive pidiendo limosna.
Sin embargo, el encuentro personal con Jesús cambia su
vida, para
caminar -entre
luces y sombras- hasta confesar que Jesús es el Señor.
*Cuando sus
vecinos le preguntan: ¿cómo se te han
abierto los ojos?,
solo narra lo
que hizo con él un hombre a quien llaman
Jesús.
Y, cuando le
vuelven a preguntar: ¿Dónde está?,
contesta: No lo sé.
Por ahora, aquel
joven solo conoce a Jesús de una manera vaga,
pero esta
experiencia es punto de partida para seguir avanzando.
*Más adelante,
cuando los fariseos le preguntan: ¿qué
piensas de Él?,
el joven les da
este testimonio: Es un profeta. En otras palabras,
Jesús puede
realizar tales obras porque viene de
parte de Dios.
*Según los
fariseos hubiera sido mejor que dijera: Es
un pecador.
Sin embargo, el
que antes era ciego dice: Si es un
pecador no lo sé.
Solo
sé una cosa, que yo antes era ciego y ahora veo.
Y, al verlos tan
preocupados, aquel joven les pregunta con ironía:
¿Acaso
ustedes también quieren hacerse discípulos de Él?,
y luego añade: Dios
escucha al que le honra y hace su voluntad.
*Cuando Jesús,
el Buen Pastor, oyó que lo habían expulsado,
va a su
encuentro y le pregunta: ¿Crees en el Hijo del Hombre?
Más adelante, el
joven se arrodilla ante Jesús y exclama: Creo, Señor.
Así es Jesús,
acoge a los pequeños y confunde a sabios e inteligentes,
pues solo se ve bien con el corazón, lo esencial
es invisible a los ojos.
Al final, Jesús
se dirige a los ‘especialistas’ que no dudan de nada,
para decirles: He venido a este mundo para iniciar una
crisis:
los ciegos, van
a ver… y los que ven, van a quedar ciegos…
¿Quiénes
son los que actualmente ‘ven’ pero de
hecho son ‘ciegos’?
El papa
Francisco al hablar de la oscura mundanidad espiritual dice:
Quien
ha caído en esta mundanidad mira de
arriba y de lejos,
rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien lo cuestione,
destaca los errores ajenos, y se obsesiona por la apariencia…
Hay
que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí,
de
misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres. ¡Dios nos
libre de una
Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales!
Esta
mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro
del
Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros
mismos… ¡No
nos dejemos robar el Evangelio! (EG, n.97). J. Castillo A.
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