miércoles, 20 de marzo de 2019

Convertirnos y dar buenos frutos

3º Domingo de Cuaresma, ciclo C
Ex 3,1-15  -  1Cor 10,1-12  -  Lc 13,1-9

   Las desgracias que hay por obra humana o por desastres naturales,
no son “castigo divino”… como muchas veces escuchamos decir.
   Jesús quiere que nos convirtamos y demos buenos frutos,
compartiendo nuestro pan con los pobres que carecen de lo necesario.

Convertirnos y creer en el Evangelio
   Cuando le informan que Pilato (representante del imperio romano),
asesinó en el Templo  a unos galileos; Jesús -Profeta misericordioso-
no pide a la gente responder con violencia, a ese acto criminal.
Para Jesús, aquellas víctimas no eran más pecadores que los demás,
por eso dice: Si ustedes no se convierten, acabarán como ellos.
Jesús insiste en el tema, recordando la muerte de dieciocho personas,
aplastadas por la torre de Siloé (murieron de una manera casual),
y vuelve a decir: Si ustedes no se convierten, acabarán como 
ellos.                                                                                                  
   Todos necesitamos convertirnos, cambiar nuestra manera de vivir,
arrepentirnos, dejar de ser cómplices (con nuestro silencio),
del sufrimiento y de la muerte de tantas personas inocentes.
Al respecto, recordemos la denuncia que hace el Papa Paulo VI:
Cuando tantos pueblos tienen hambre,
cuando tantos hogares sufren la miseria,
cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia,
cuando aún quedan por construir tantas escuelas,
hospitales, viviendas dignas de este nombre,
todo derroche… gasto de ostentación… carrera de armamentos,
se convierten en un escándalo intolerable (PP, 1967, n.53).
   Ahora bien, siendo la conversión don de Dios y respuesta humana,
pidamos al Señor la gracia de meternos en la cultura de cada pueblo:
descalzos, en silencio, respetando, escuchando (C.E. Ecuatoriana 1994).
Pidamos también la capacidad de: -ver la opresión de nuestro pueblo,
-oír sus quejas contra los responsables, -conocer sus sufrimientos,
-liberarlos del maltrato, -llevarlos a tener una vida plena (1ª lectura).

Señor, déjala todavía este año… tal vez así dé fruto
   Los hombres y las mujeres del pueblo elegido son la viña del Señor.
Ha pasado mucho tiempo y aquella viña del Señor no da fruto:
¿Qué más podía hacer por su viña que no lo haya hecho?...
Dios esperaba de ellos derecho y solo encuentra asesinatos,
esperaba justicia y solo escucha gritos de dolor (Is 5,1-7).
   Para Jesús debió ser desalentador conocer a muchas personas
que escuchan sus enseñanzas, pero no dan señales de conversión.
Como no cambian ni se arrepienten… ¿será mejor cortarlas?
Algo parecido se dice en la parábola del trigo y de la mala hierba:
¿quieres que vayamos a arrancar la mala hierba? (Mt 13,24-30).
   Felizmente, el viñador intercede para salvar la higuera estéril y dice:
Señor, déjala todavía este año, cavaré alrededor y le pondré abono,
tal vez así dé fruto. Si no, el año que viene la cortarás.
Con la frase tal vez empieza el tiempo de espera, pero ¿hasta cuándo?
   Empecemos, hoy, escuchando y practicando la Palabra del Señor:
El ayuno que yo quiero es este: romper las cadenas de la injusticia,
desatar los nudos que aprietan el yugo, dejar libres a los oprimidos,
acabar con toda clase de tiranía, compartir tu pan con el hambriento,
acoger en tu casa al pobre sin vivienda, vestir al que está desnudo,
preocuparte de tus semejantes… (Is 58,6-8).
   Además, no abucemos de la paciencia del pueblo pobre y creyente.
*¿Hasta cuándo, al entrar en un templo, estará la lista de los precios:
bautismo, tanto… intención de misa, tanto? (Francisco, 21 nov. 2014).
*Siendo la Eucaristía fuente y culmen de la vida cristiana (LG, n.11),
¿por qué tiene precio?, ¿se trata de un negocio o comercio? (Cn 947).
*Con relación a los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio,
¿por qué se da más importancia a los trámites burocráticos,
en vez de dar una buena formación cristiana a los interesados?
*¿Qué hacemos con las limosnas y ofrendas que se dan en la Misa?
¿Nos acordamos de las personas pobres? (Gal 2,10). 
*Muchas veces, nuestras homilías producen aburrimiento, porque:
-improvisamos temas que a los feligreses no les interesa…
-usamos palabras complicadas que pocas personas entienden…
-respondemos a preguntas teóricas que nadie se hace…
*Para crear una corriente de opinión inspirada en el Evangelio,
seamos breves para que nos escuchen, claros para que nos entiendan,
auténticos (testimonio de vida) para que nos crean.
J. Castillo A.

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