martes, 17 de agosto de 2021

La decisión de seguir a Jesús (Domingo 22 de Agosto)

Jos 24,1-2a.15-17.18b   *Salm 33,2-3.16-17.20-23   *Ef 5, 21-32  *Jn 6, 61-70 


Hay momentos en la vida en que nos vemos forzados a tomar decisiones importantes que pueden variar el curso de nuestra historia personal. Optamos ya en la adolescencia por estudiar o no estudiar, por escoger estos estudios o aquellos; más tarde  habrá que tomar la decisión de casarse y formar una familia, seguir la vida religiosa o simplemente mantenerse célibe; también hay que elegir lanzarse a tal o cual negocio, o seguir un estilo de vida u otro

En tiempos antiguos la religión, el trabajo, el domicilio, e incluso el esposo o la esposa, venían dados por la costumbre o la tradición; generalmente los padres, apoyados en la tradición social y familiar  determinaban la elección. 
Hoy puedes elegir tu religión, tu trabajo, tu modelo de familia,  e incluso algunos  se atreven a afirmar -en el colmo de las opciones- que también puedes elegir tu ser masculino o femenino (?). Sea como sea te encuentras ante la belleza y el riesgo de la libertad.

O Dios o los ídolos

Aunque los patrones de comportamiento paternales o sociales influyen bastante a la hora de la decisión, la elección es una tarea de  siempre. Cuando el pueblo de Israel entró en contacto con la cultura y la religión de los cananeos, al convivir con la cultura y la religión propias de esos pueblos, muchos israelitas se deslizaron peligrosamente o incluso cayeron en la tentación de seguir la práctica de sus cultos idolátricos. 

Josué, sucesor de Moisés,  viendo cercana su muerte, y consciente de la situación, convoca en  asamblea en Siquém “a todas las tribus de Israel, a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los magistrados” (Jos 24,1).  Allí les recuerda todo lo que Dios ha hecho por ellos desde la llamada de Abrahán hasta el momento presente (24,2-13), algo que algunos parecían haber olvidado.  Luego pone a los Israelitas en el trance de elegir: “Si os resulta duro servir al Señor, escoged a quién servir: a los dioses a quienes sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis. Yo y mi casa serviremos al Señor” (Jos 24,15).  ¿Dios o los ídolos? Se trata de una decisión importante para cada persona y cada tribu de Israel, porque de su respuesta dependerá su futuro.

Observemos que ante el riesgo de una pérdida de identidad como Pueblo de Yahvé, Josué invoca la experiencia histórica que les ha configurado como tal y que en cierto modo les obliga a decidir ser o no ser ellos mismos.  Y el pueblo decide seguir al Señor: “¡lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!” (Jos 24,16) Razones: su propia historia: “porque el Señor nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud, e hizo ante nuestros ojos grandes prodigios” (Jos 24,17); “también nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!” (24,18); “¡al Señor nuestro Dios serviremos y obedeceremos su voz!” (24,31). 

La experiencia de Dios que ha vivido el pueblo, la tradición propia, está en la base de la decisión. Haciendo memoria de todo lo que Dios ha hecho por ellos, los israelitas renuevan la alianza y retoman los mandamientos como clave de su vida personal y social.


Es hora de decidir

En una situación similar a la de Josué coloca Jesús a sus seguidores. Tras el largo discurso del pan de vida, dice el evangelio que “muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?" (Jn 6,60). La dureza del mensaje de Jesús hace entrar en crisis a los discípulos. 

Jesús les ha dicho que Él  es "el pan que baja del cielo", e decir, el Mesías, mayor que Moisés, porque el pan que vino con Moisés lo comieron los Israelitas y perecieron, pero este pan nuevo da la vida eterna. Jesús está diciendo  algo muy claro: Yo soy el Mesías. Jesús afirma que es el enviado de Dios que esperamos,  Dios encarnado para la salvación del mundo. Y para colmo de escándalo Jesús dice que se hace pan; que como el pan se da en comida también él se dará como alimento. Él también habrá de ser comido, y quien le siga ha de hacer lo mismo: darse como alimento, dejarse triturar por aquellos a quienes sirve. Estamos ante el escándalo de la Eucaristía, escándalo por lo que supone de abajamiento de Dios, y escándalo por lo que supone de entrega total al Padre Dios y a los hermanos. 

No es extraño que muchos abandonen a Jesús. No fueron capaces de dar el salto a la fe ante estas palabras y sus consecuencias: “Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él.” (Jn 6,66);  Otros sí. Pedro responde por todos ellos: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Y sabemos que Tú eres el Santo consagrado por Dios” (Jn 6,68-69).

Muchos se acercaron a Jesús esperando recibir mucho; y en un principio así fue, recibieron dones abundantes. A todos nos ha pasado: acudimos a Jesús por  lo que nos beneficia.  Pero la relación con Él no se para ahí, hay que dar el paso de discípulo a apóstol, de receptor de enseñanzas y ejemplos de vida a donantes y testigos. Con el discurso del pan de vida abre Jesús a sus seguidores una visión nueva; les invita a un  cambio  fundamental: pasar de recibir (ser sólo discípulos) a dar (ser apóstoles, testigos de lo recibido). Este será un punto de inflexión en la vida personal de cada discípulo y cada comunidad, un momento en el que, ante la persona de Jesucristo,  toca decidir si  seguir adelante con Él dándose hasta el final o echarse atrás. No valen términos medios. 
 
* * *

También tú sigues a Jesús; has sabido que Él puede colmar tus anhelos de una vida y un mundo mejores; pero llegan  momentos en que descubres que te estás buscando a ti mismo en Jesús; y eso no es lo correcto. Cuando ves eso sabes que debes darle un giro a tu vida espiritual; deberás renunciar a “tus sueños”, a “tus planes” para servir a los planes de Dios (Reino). Ante tal descubrimiento, que es una gracia de Dios, no es raro entrar en pánico por lo que supone de renuncia. La tentación de echarte no te va a faltar. 
 
Sabes que si quieres crecer en espiritualidad, es decir, en vida verdadera, ya no te puedes dejar llevar por la inercia de una religiosidad tradicional o de costumbre, una religiosidad de intereses, tienes que “optar”, elegir; hoy más que nunca sabes que no se es cristiano por nacimiento, sino por decisión. Cuando Dios te pone en esa tesitura te está llamando a revisar tu vida y a personalizar tu fe.

Es hora de renovar la Alianza, de dotar de sentido tu bautismo. Es tiempo de aligerar tu ego, de desmontar lo que de farisaico hay en tu religiosidad, de vaciarte y decidirte por un seguimiento más auténtico. La decisión de seguir a Cristo no es una opción intrascendente ni un mandato imperativo, es una decisión personal. Y sabes que si no te decides por Él, con todas las consecuencias que implica, irás perdiendo fuelle, te irás muriendo interiormente y caminarás sin remedio hacia atrás, a una vida gris e insípida.

* * *

Romper la dinámica del escándalo

La experiencia y el conocimiento personal de Jesús, la personalización de la fe, es hoy más necesaria que nunca, porque los parrones religiosos familiares y sociales ya no tienen poder de convicción que tuvieron en otros tiempos. 

Es verdad que  el pluralismo cultural y religioso en que estamos inmersos hace más complicado el arraigo y desarrollo de la vida cristiana; lo hace más difícil, pero también más apasionante. El hecho de convivir con otras creencias religiosas pone en jaque mi fe y me obliga a profundizar en mi propia identidad si quiero seguir siendo católico. Porque es muy común entre nosotros querer ser  cristianos, pero condicionales, "a condición de" poder mantener la adhesión a Jesús sin renunciar a nuestros ídolos particulares. Nadar y guardare la ropa. 

Como a los judíos del tiempo de Jesús, nos escandaliza la pretensión de absoluto que reclama Jesús. Lo pide todo, lo exige todo, y yo sólo estoy dispuesto a darle una parte. Me niego a aceptar que quien me ha dado todo tenga ahora derecho a exigirme el todo.

En tiempos de relativismo tanto “todo” resulta escandaloso. ¿Cómo romper la dinámica del escándalo?

- Primero recurriendo a la experiencia: haz una lista, como hizo Josué, de todo lo que el Señor ha hecho contigo, todo lo que te ha dado, tus  momentos de encuentro con el Señor, las veces que te ha tomado de la mano y te ha librado del dolor y el sinsentido; las veces que ha alegrado tu corazón con su presencia y su amor. Sólo desde la memoria de tu experiencia de Dios podrás decir con Israel: lejos de mí abandonar al Señor, porque Él me sacó de la esclavitud e hizo ante mí  grandes prodigios” (cf Jos 24,16.17). ¡Conecta con tu  tradición cristiana! Rememora tu historia personal de fe. 

En segundo lugar convéncete de lo que dice san Juan de la Cruz: “para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada”. Jesús es el “Todo”. Merece la pena dejarlo "todo" por Él. Decídete por su seguimiento; a fin de cuentas: ¿hay quien dé más que él?


-Finalmente, reza con Pedro y con toda la Iglesia. A los apóstoles  les mantuvo en fidelidad la experiencia de  vida con Jesús. Pedro nos da una oración magnífica que ensalza los tesoros recibidos de Dios. Una vez que se ha probado la miel ¿merece la pena volver a la hiel?  Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68-69).  Repite estas palabras a Jesús en el silencio de tu meditación y afianza con ellas tu pertenencia a Jesús.
 
Casto Acedo. Agosto 2021paduamerida@gmail.com

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