jueves, 22 de julio de 2021

Solemnidad de Santiago Apóstol (25 de Julio)


Hch 4,33.5,12.27b-33;121b. Sal 66,2-3.5.7-8; 2 Cor 4,7-15; Mt 20,20-28.

En cierta ocasión en que los samaritanos no recibieron bien a Jesús y los suyos, Santiago y su hermano Juan no se anduvieron con chiquitas: "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?”. Violentos ellos. “Pero Jesús, volviéndose, les reprendió” (Lc 9,54-55). Tal vez esta impetuosidad de carácter hizo que Jesús les pusiera el sobrenombre de Boanerges, “los hijos del trueno” (Mc 3,17).

Y así pasó Santiago al imaginario medieval, como trueno del cielo, que con el furor del relincho y el ruido de los cascos de su caballo, crea confusión y espanto al enemigo, las huestes musulmanas en el periodo de la reconquista; y luego, cristianizada la península, el indio pagano y beligerante de las Américas, la nueva tierra a conquistar.

La iconografía presenta a Santiago así: montado en su caballo blanco, y blandiendo la espada contra el moro -el indio en el caso de América-, adalid de una guerra santa contra el islam -o el paganismo-, entendida como cruzada de liberación y modo privilegiado de evangelización.

Puede que la forma de ser impulsiva y arrojada, hiciera de Santiago un provocador que se ganó la antipatía de las autoridades y el mérito de contarse entre los primeros mártires cristianos: “El rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos, e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan.” (Hch 12,1-2). Pero no es ese el rasgo principal que los evangelistas nos ofrecen del Apóstol. Porque, si bien su carácter debió ser fuerte y agresivo, acabó sometido a la voluntad de Dios. 

Desmitificar las leyendas

Si, como relata el libro de los Hechos, Santiago murió en las primeras persecuciones que tuvieron lugar en Jerusalén, difícilmente pudo ser el evangelizador de España. Así lo cuenta la leyenda tradicional española, que lo sitúa en el siglo I de nuestra era, antes de su martirio en Judea, predicando por España y recibiendo las gracias y el ánimo de la Virgen María, que se le aparece junto al río Ebro, sobre un pilar que será objeto de devoción y dará lugar a la actual basílica de Zaragoza.

De esta tradición de Santiago apóstol de España tenemos las primeras referencia en el siglo XIII, momento histórico en el que están en auge las cruzadas y la guerra contra el Islam en la península Ibérica. Son tiempos en los que la pertenencia religiosa era cuestión de estado (cuius regio, eius religio) y la evangelización era entendida en términos de conquista. No es extraño, pues, que se desarrollen leyendas épicas en las que Santiago, vestido y armado como un cruzado, espada en mano entra en el campo de batalla ayudando a las huestes cristianas. Es la versión violenta de lo que el islam designa como guerra santa, aunque la única guerra santa, si es que estos dos términos se pueden casar, es la que se hace sin violencia, “resistiendo al mal a fuerza de bien, buscando la paz y corriendo tras ella” (1 Pe 3,11).


El camino "interior" de Santiago.

En la coyuntura histórica actual tenemos la oportunidad de contar con estudios bíblicos e históricos que, sin desdeñar lo que de positivo puedan tener las leyendas tradicionales, nos ayudan a volver a los principios de nuestra fe depurándola de esquejes añadidos. Y para purificar la imagen guerrillera del santo nada mejor que contemplar  a la persona misma del Apóstol en su seguimiento de Jesús y su martirio.

Llegar hasta ahí no debió ser fácil para Santiago. Su carácter violento y sus pretensiones de ascenso, puestas en boca de su madre en el evangelio de este día, “Ordena que estos dos hijos míos –Juan y Santiago- se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”, evidencian que hubo de operarse en él un fuerte cambio de mentalidad. Debió aceptar, y no sin resistencias, que el destino de la humanidad no es el de la imposición sino el servicio, no es la venganza sino la misericordia. Así lo hizo y enseñó su Maestro. Para quien tuvo un temperamento violento y vivió acostumbrado al ordeno y mando no debió ser fácil asumir esta enseñanza.

Hubo pues un peregrinar interior del Apóstol, un descenso a las zonas oscuras de su alma, hasta llegar por el camino de abajamiento a la cumbre del martirio. Es la otra imagen tradicional, más pacífica y gratificante, que nos ha llegado del Apóstol: peregrino, que, acompañado de algunos seguidores y animado por la misma Virgen María, lleva el evangelio de su mano hasta el finis terrae apoyado en el cayado de la cruz.

Podemos poner en primer plano esta imagen como ejemplo de lo que ha de ser hoy el apostolado: Profundización en la fe, búsqueda de la identidad cristiana en la tradición apostólica más genuina (la que recogen los evangelios y todo el Nuevo testamento) y acercamiento valientemente al mensaje de Jesús desde la plataforma del amor como servicio significado en la cruz: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,27-28).

Creer, evangelizar, servir.

Dos pasos dio Santiago en su camino espiritual; y dos son los que estamos llamados a dar nosotros. Uno hacia adentro: creer; un paso que obliga a plantearse seriamente la experiencia de Dios depurando las creencias interesadas; y otro paso hacia fuera: evangelizar, que lleva a procurar para otros la riqueza encontrada. “Está escrito ´creí, por eso hablé´, también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará” (2 Cor 4,13-14).

Para la nueva evangelización en Europa y en la España de hoy, sigue siendo válida la consigna: creer, es decir, alimentar la propia fe al arrimo de la persona de Jesús por la escucha de su palabra, la participación en los sacramentos y la práctica de la misericordia, como hicieron Santiago y los demás apóstoles; y hablar: transformados por la cercanía de Jesús, hablar con palabras santas y con gestos comprometidos, siendo mártires (testigos) silenciosos del Evangelio de la Vida.


* * *
Bajemos a Santiago de su caballo; tal vez el santo Apóstol no es el que agrede espada en mano sino el que sufre injustamente la agresión. El Apóstol que pidió en un momento de arrebato que cayera del cielo un fuego devorador que arrasara toda oposición al Evangelio de Jesús cambió de vida, y él mismo se hizo buen samaritano descendiendo de su cabalgadura y subiendo en ella a los heridos y desheredados para acercarlos a la Iglesia del Señor. Ese fue y es el Camino de Santiago, jalonado de catedrales e iglesias que conducen a Dios, de puentes que comunican a los hombres, de hospitales que curan a enfermos caminantes y de casas de acogida que atienden a los peregrinos. Hacer cristianamente el Camino de Santiago no es otra que ir a Jesucristo (cf Jn 14,6).

Casto Acedo. Julio 2021. paduamerida@gmail.com.

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