miércoles, 26 de febrero de 2020

No nos dejes caer en la tentación

1º Domingo de Cuaresma, ciclo A
Gen 2,7-9; 3,1-7  -  Rom 5,12-19  -  Mt 4,1-11

   Para ser fiel a la misión que el Padre le ha confiado, Jesús
-a lo largo de toda su vida- supera varias pruebas o tentaciones:
El egoísmo insaciable…La figuración…Arrodillarse ante el poderoso.
   Estas mismas dificultades las tenemos también nosotros.

Escucha y practica la Palabra de Dios
   Después de ayunar cuarenta días en el desierto, Jesús tiene hambre.
Fue entonces cuando el tentador le pide actuar pensando en sí mismo:
Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
Pero Jesús renuncia a usar el poder en beneficio propio.
   Más adelante, gracias a un joven que da sus cinco panes de cebada,
Jesús comparte el pan con unas cinco mil personas que tienen hambre.
Luego se va al monte para alimentarse de la Palabra de Dios (Jn 6).
   Examinemos nuestra vida, reflexionando en los siguientes textos:
*¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que viven satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque van a llorar! (Lc 6,24ss).
*Después del asesinato del Bautista, Jesús va a un lugar despoblado,
y al ver que la gente le sigue tiene compasión y sana a los enfermos.
Cuando sus discípulos le piden despedir a la gente, Jesús les dice:
No tienen por qué irse, denles ustedes de comer (Mt 14,13ss).
*A cualquier persona que tenga demasiado apego
por las cosas materiales o por su propia imagen,
a quien le gusta el dinero, los banquetes exuberantes,
las mansiones suntuosas, los trajes refinados, los autos de lujo,
le aconsejaría que se fije qué está pasando en su corazón
y rece para que Dios lo libere de esas ataduras. (Papa Francisco,
III Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 5 nov. 2016).
   Tengamos gestos de amor y de ternura, compartiendo nuestro pan
con las personas despreciadas por la sociedad y la religión…sabiendo
que la vida es más importante que satisfacer una necesidad pasajera.

No tientes al Señor, tu Dios
   Luego, el tentador propone a Jesús ingresar a la ciudad de Jerusalén
descendiendo triunfalmente desde la parte más alta del templo.
Pero Jesús que vino a este mundo no a buscar figuración y prestigio,
rechaza esa tentación diciendo: No tientes al Señor, tu Dios (Dt 6,16).
   Sin embargo, una tentación parecida le harán sus propios familiares:
Cuando uno quiere sobresalir, no hace las cosas a escondidas.
Pues, tú que haces maravillas, date a conocer a todo el mundo.
Sus parientes hablan así porque no creen en Él… A Jesús le odian
por desenmascarar las malas acciones de los hipócritas (Jn 7,4ss).
   A quienes usan el templo para figurar, aparentar, dominar, engañar,
negociar con la administración de los sacramentos… Jesús les dice:
No basta decir: ¡Señor, Señor!, para entrar en el Reino de los cielos,
sino hacer la voluntad de mi Padre del cielo.
Aquel día muchos me dirán: Señor, en tu Nombre hemos predicado,
hemos expulsado demonios, hemos realizado muchos milagros.
Pero yo les diré: No les conozco, aléjense malhechores (Mt 7,21ss).
   No encerremos a Dios en el templo, pues para el Profeta de Nazaret,
los que adoran a Dios deben hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4,21ss).

Adora y sirve al Señor, tu Dios
   Desde una montaña muy alta, el tentador le muestra a Jesús
todos los países del mundo, con sus riquezas y glorias… y le dice:
Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Jesús le responde:
Vete, porque está escrito: adora al Señor, tu Dios, y sírvele solo a Él.
En el Gólgota (=Calvario), a Jesús crucificado le insultan diciendo:
Si eres el Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz (Mt 27,40).
   Siguiendo la voluntad del Padre compasivo y misericordioso, 
Jesús introduce en este mundo el Reino de Dios y su justicia;
y desde una montaña dice: Felices los que tienen espíritu de pobre
Sus enseñanzas no las impone con poder, las ofrece con amor.
Ser Hijo de Dios no es un privilegio, es un servicio desinteresado.
   Por eso, hacer -hoy- una Iglesia pobre entre los pobres, significa:
-Despojarnos del poder, del tener y de los prestigios ambiguos.
-Anunciar el Evangelio, entregando la propia vida como hace Jesús.
-Liberar a los que sufren el peso intolerable de la miseria (SRS, 13).
-Vivir “ligeros de equipaje”, sabiendo que somos simples pasajeros.
-Ser hijos de nuestro Padre,  y hermanos entre nosotros.
J. Castillo A.

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