martes, 20 de agosto de 2019

La salvación es para todos

21º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Is 66,18-21  -  Heb 12,5-13  -  Lc 13,22-30

   Jesús siendo de condición divina, se hace semejante a los hombres,
se humilla y obedece hasta morir crucificado (Flp 2,6ss).
En la cena de despedida, se arrodilla y lava los pies a sus discípulos,
para que nadie domine a otro ni pisotee sus derechos (Jn 13,4ss).
   Desde esta experiencia -ser el último y el servidor de todos-
Jesús dice: Yo soy la puerta, quien entra por mí se salvará (Jn 10,9).

Entren por la puerta angosta
   Mientras Jesús se dirige a Jerusalén, sede de los poderosos,
alguien le pregunta: Señor, ¿serán pocos los que se van a salvar?
   Lo importante para Jesús no es “la cantidad” -pocos o muchos-
sino saber que la salvación es un don que Dios da gratuitamente,
y también es una tarea, una respuesta libre de nuestra parte.
   Por eso Jesús responde: Procuren entrar por la puerta angosta,
que significa: seguir a Jesús, escuchar y practicar sus enseñanzas.
*Si el sacerdote o el levita del templo de Jerusalén quieren salvarse,
deben seguir el ejemplo del samaritano: Ser misericordioso (Lc 10).
*Jesús, Profeta compasivo, arriesga a perder su propia vida por:
sanar a los enfermos dejando de lado el descanso sabático,
acoger y comer con publicanos y pecadores, defender a los pobres…
*De nada sirve orar en el templo como el fariseo que se cree justo.
Basta decir como el publicano: Señor, ten piedad de mí, soy pecador.
Éste vuelve a su casa justificado, pero el fariseo no (Lc 18,9ss).
*Haber “cumplido” los mandamientos desde la niñez,
no es un boleto de entrada para heredar la vida eterna.
Al joven rico le falta: vender lo que tiene y repartirlo a los pobres,
así tendrá un tesoro en el cielo y, luego, seguir a Jesús (Lc 18,18ss).
*Ese día, Jesús dirá a los buenos: Vengan, bendecidos por mi Padre,
reciban el Reino que les fue preparado desde el inicio del mundo,
porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer.
Lo que hicieron a mis hermanos pobres, lo hicieron conmigo (Mt 25).

Los últimos serán los primeros
   Jesús lleva a cabo su misión salvadora, sin que nada lo detenga,
ni siquiera las amenazas de muerte de Herodes Antipas (Lc 13,31ss).
El Nazareno vive en una sociedad de injustas desigualdades, donde
los sacerdotes, escribas, fariseos, terratenientes y comerciantes ricos;
creen ser los mejores, pero sus obras dicen todo lo contrario.
   El mensaje de salvación que Jesús anuncia está destinado a todos:
judíos y extranjeros, autoridades y pueblo en general, pobres y ricos…
   Sin embargo, lo que más impresiona en la vida de Jesús
es la acogida y el buen trato que da a las personas despreciadas.
Ahora bien, desde este servicio humilde, Jesús nos sigue diciendo:
Los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos.
   Teniendo presente que los preferidos de Dios son los pobres,  
sigamos reflexionando en los siguientes textos del Nuevo Testamento:
*Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos,
y las diste a conocer a la gente sencilla (Lc 10,21).
*Sepan que esta salvación de Dios va a ser anunciada a los paganos,
ellos sí la van a escuchar (Hch 28,28).
*Miren, hermanos, a quiénes ha llamado Dios.
Entre ustedes hay: pocos sabios humanamente hablando,
poca gente con autoridad o pertenecientes a familias importantes.
Dios ha elegido: a la gente sencilla para avergonzar a los sabios.
a los débiles del mundo para humillar a los fuertes.
a gente sin importancia, a los despreciados del mundo,
y a los que no son nada, para anular a los que valen algo.
Así nadie podrá gloriarse delante de Dios (1Cor 1,26-29).
*Hermanos, ustedes que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo,
no deben hacer diferencias entre las personas.
Supongamos que cuando ustedes están reunidos,
entra un rico con anillos de oro y ropa elegante, y le dicen:
-Siéntate aquí en el primer lugar.
Y, al mismo tiempo, entra un pobre vestido con ropa sucia, y le dicen:
-Quédate allá de pie o siéntate en el suelo.
Al actuar así, hacen diferencias y juzgan con pésimas intenciones.
Hermanos, Dios ha escogido a los que en este mundo son pobres,
para que sean ricos en la fe y para que hereden el Reino
que Él ha prometido a los que le aman (Stgo 2,1-5). 
J, Castillo A.

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