miércoles, 20 de abril de 2016

El mandamiento del amor



5º Domingo de Pascua, ciclo C
He 14,20-27  -  Ap 21,1-5  -  Jn 13,31-35

   Durante la cena Pascual (Jn 13), Jesús lava los pies a sus discípulos,
y les dice: Ejemplo les he dado para que ustedes hagan lo mismo.
   Judas Iscariote -que ha participado en la Cena y lavado de los pies-
abandona a Jesús y al grupo, pues Satanás ha entrado en su corazón.
Más adelante, Jesús dice a Pedro: Esta noche me negarás tres veces.
   Entre estas dos traiciones, Jesús les dice: Hijitos míos, ámense.

Ámense los unos a los otros como yo les he amado
-Vivimos, hoy, en una sociedad donde el capitalismo salvaje sigue
destruyendo la vida: del ser humano y de nuestra madre tierra.
-Tenemos medios de comunicación, controlados por el gran capital,
que no informan la verdad, ni forman para servir y ser solidarios.
-Arrastramos un sistema educativo que, en sus diversos niveles,
no capacita para pensar (reflexionar), ni para hacer (ser creativos).
-Hay autoridades que están de rodillas ante el dinero y por eso:
roban (ama sua), no trabajan (ama quella), mienten (ama llulla).
   Si queremos remar contra esta corriente -entre otras alternativas-
demos prioridad a la familia (pastoral familiar, iglesia doméstica);
que cada hogar sea una escuela donde se enseñe los valores del Reino:
amor y vida, gracia y santidad, verdad y libertad, justicia y paz.
   Así lo hizo Jesús. -En su humilde y sencillo hogar de Nazaret,
crece en edad, sabiduría y gracia… -Desempeña trabajos manuales…
-Se solidariza con los pobres explotados por los terratenientes…
-Al proclamar su proyecto de vida, anuncia que ha sido enviado
para llevar la Buena Noticia a los pobres y liberar a los oprimidos
-Hace el bien y sana a los enfermos, generalmente, en las casas…
-Por darnos vida plena, los escribas y fariseos le dicen: endemoniado,
samaritano, comilón, borracho, amigo de publicanos y pecadores
   Desde esta experiencia, el Profeta de Nazaret tiene autoridad moral
para seguir diciendo a sus seguidores (de ayer y de hoy): Hijitos míos,
les doy un mandamiento nuevo, ámense como yo les he amado.

Este amor será la señal de que ustedes son mis discípulos
   Actualmente, hay comunidades cristianas que están de espaldas
a la realidad en que vivimos, se preocupan de una pastoral de masas,
no tienen memoria histórica y, por lo que van diciendo y haciendo,
dan la impresión de ser comunidades ricas y aliadas de los ricos.
   Estas comunidades: -han dejado de lado el mandamiento del amor:
si se aman, todos conocerán que ustedes son mis discípulos;
-han olvidado que lo esencial es amarnos, dando la propia vida.
   Por eso, que no sea letra muerta lo que dijeron nuestros obispos:
Para configurarse verdaderamente con el Maestro, es necesario
asumir la centralidad del Mandamiento del amor, que Él quiso llamar
suyo y nuevo: Ámense los unos a los otros, como yo les he amado
(Jn 15,12). Este amor, con la medida de Jesús, es total don de sí,
además de ser el distintivo de cada cristiano, no puede dejar de ser
la característica de su Iglesia, comunidad discípula de Cristo, cuyo
testimonio de caridad fraterna será el primero y principal anuncio,
reconocerán todos que son discípulos míos (Jn 13,35). (DA, n.138).
   Para no dejarnos arrastrar por las apariencias llenas de hipocresía,
reflexionemos en las siguientes palabras del Papa Francisco:
Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma…
Es verdad también que a una Iglesia que sale… puede accidentarse.
Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero
mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma.
La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial;
mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella
mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce
a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado... Que el
Señor nos libre de maquillar nuestro episcopado con los oropeles
de la mundanidad, del dinero y del “clericalismo de mercado”.
(Carta a la Conferencia Episcopal Argentina: 25 de marzo del 2013).
   Tengamos presente también lo que dijo Francisco, Obispo de Roma,
en su reciente visita a la Isla de Lesbos,16 de abril del 2016:
Frente al mal del mundo, Jesús se hizo nuestro servidor, y con su
servicio de amor ha salvado al mundo. Esta es la verdadera fuerza
que genera la paz. Solo el que sirve con amor construye la paz. El
servicio nos hace salir de nosotros mismos para cuidar a los demás,
no deja que las personas y las cosas se destruyan, sino que sabe
protegerlas, superando la dura costra de la indiferencia.
J. Castillo A.



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