5º Domingo de Pascua, ciclo C
He 14,20-27 - Ap
21,1-5 -
Jn 13,31-35
Durante la cena Pascual (Jn 13), Jesús
lava los pies a sus discípulos,
y
les dice: Ejemplo les he dado para que ustedes hagan lo mismo.
Judas
Iscariote -que ha participado en la Cena y lavado de los pies-
abandona
a Jesús y al grupo, pues Satanás ha
entrado en su corazón.
Más
adelante, Jesús dice a Pedro: Esta noche me negarás tres veces.
Entre
estas dos traiciones, Jesús les dice: Hijitos míos, ámense.
Ámense
los unos a los otros como yo les he amado
-Vivimos, hoy, en
una sociedad donde el capitalismo salvaje sigue
destruyendo la vida: del ser humano y de
nuestra madre tierra.
-Tenemos
medios de comunicación, controlados por el gran capital,
que
no
informan la verdad, ni forman para servir y ser
solidarios.
-Arrastramos
un sistema educativo que, en sus diversos niveles,
no
capacita para pensar (reflexionar),
ni para hacer (ser creativos).
-Hay
autoridades que están de rodillas ante
el dinero y por eso:
roban (ama sua), no trabajan (ama quella), mienten (ama llulla).
Si
queremos remar contra esta corriente -entre otras alternativas-
demos
prioridad a la familia (pastoral familiar, iglesia doméstica);
que
cada hogar sea una escuela donde se enseñe los valores del Reino:
amor y vida, gracia y santidad, verdad y
libertad, justicia y paz.
Así
lo hizo Jesús. -En su humilde y sencillo hogar de Nazaret,
crece
en edad, sabiduría y gracia…
-Desempeña trabajos manuales…
-Se
solidariza con los pobres explotados por los terratenientes…
-Al
proclamar su proyecto de vida, anuncia que ha sido enviado
para
llevar la Buena Noticia a los pobres y
liberar a los oprimidos…
-Hace el bien y sana a los enfermos,
generalmente, en las casas…
-Por
darnos vida plena, los escribas y fariseos le dicen: endemoniado,
samaritano, comilón, borracho, amigo de
publicanos y pecadores…
Desde
esta experiencia, el Profeta de Nazaret tiene autoridad moral
para
seguir diciendo a sus seguidores (de ayer y de hoy): Hijitos míos,
les
doy un mandamiento nuevo, ámense como yo les he amado.
Este
amor será la señal de que ustedes son mis discípulos
Actualmente, hay comunidades cristianas
que están
de espaldas
a
la realidad en que vivimos, se preocupan de una pastoral de masas,
no
tienen memoria histórica y, por lo que van diciendo y haciendo,
dan
la impresión de ser comunidades ricas y aliadas de los ricos.
Estas
comunidades: -han dejado de lado el mandamiento del amor:
si
se aman, todos conocerán que ustedes son mis discípulos;
-han
olvidado que lo esencial es amarnos, dando la propia vida.
Por
eso, que no sea letra muerta lo que dijeron nuestros obispos:
Para configurarse verdaderamente con el
Maestro, es necesario
asumir la centralidad del Mandamiento
del amor, que Él quiso llamar
suyo y nuevo: Ámense los unos a los otros, como yo les he amado
(Jn 15,12). Este amor, con la medida de
Jesús, es total don de sí,
además de ser el distintivo de cada cristiano, no puede dejar de ser
la
característica de su Iglesia,
comunidad discípula de Cristo, cuyo
testimonio de caridad fraterna será el primero y principal anuncio,
reconocerán
todos que son discípulos míos (Jn 13,35). (DA, n.138).
Para
no dejarnos arrastrar por las apariencias llenas de hipocresía,
reflexionemos
en las siguientes palabras del Papa Francisco:
Una Iglesia que no sale, a la corta o a
la larga, se enferma…
Es verdad también que a una Iglesia que
sale… puede accidentarse.
Ante esta alternativa, les quiero decir
francamente que prefiero
mil
veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma.
La enfermedad típica de la Iglesia
encerrada es la autorreferencial;
mirarse
a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella
mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce
a la mundanidad espiritual y al clericalismo
sofisticado... Que el
Señor nos libre de maquillar nuestro episcopado con
los oropeles
de
la mundanidad, del dinero y del “clericalismo de mercado”.
(Carta
a la Conferencia Episcopal Argentina: 25
de marzo del 2013).
Tengamos
presente también lo que dijo Francisco, Obispo de Roma,
en
su reciente visita a la Isla de Lesbos,16
de abril del 2016:
Frente al mal del mundo, Jesús se hizo
nuestro servidor, y con su
servicio
de amor ha salvado al
mundo. Esta es la verdadera fuerza
que genera la paz. Solo el que sirve con amor construye la paz. El
servicio nos hace salir de nosotros
mismos para cuidar a los demás,
no deja que las personas y las cosas se
destruyan, sino que sabe
protegerlas, superando la dura costra de
la indiferencia.
J. Castillo A.
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