1º Domingo de Cuaresma, ciclo A
Gen 2,7-9; 3,1-7 - Rom
5,12-19 - Mt 4,1-11
Para ser fiel a la misión
que el Padre le ha confiado, Jesús
-a lo
largo de toda su vida- supera varias pruebas o tentaciones:
El egoísmo insaciable…La
figuración…Arrodillarse ante el poderoso.
Estas mismas dificultades las tenemos
también nosotros.
Escucha y practica la Palabra de Dios
Después de ayunar cuarenta
días en el desierto, Jesús tiene hambre.
Fue
entonces cuando el tentador le pide actuar pensando en sí mismo:
Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
panes.
Pero
Jesús renuncia a usar el poder en beneficio propio.
Más adelante, gracias a un joven que
da sus cinco panes de cebada,
Jesús
comparte el pan con unas cinco mil personas que tienen hambre.
Luego se
va al monte para alimentarse de la Palabra de Dios (Jn 6).
Examinemos nuestra vida,
reflexionando en los siguientes textos:
*¡Ay
de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que viven
satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ahora
ríen, porque van a llorar! (Lc 6,24ss).
*Después
del asesinato del Bautista, Jesús va a un lugar despoblado,
y al ver
que la gente le sigue tiene compasión y sana a los enfermos.
Cuando
sus discípulos le piden despedir a la gente, Jesús les dice:
No tienen por qué irse, denles
ustedes de comer (Mt
14,13ss).
*A
cualquier persona que tenga demasiado apego
por las cosas materiales o por su
propia imagen,
a quien le gusta el dinero, los banquetes exuberantes,
las mansiones suntuosas, los trajes
refinados, los autos de lujo,
le aconsejaría que se fije qué está
pasando en su corazón
y rece para que Dios lo libere de esas ataduras. (Papa Francisco,
III
Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 5 nov. 2016).
Tengamos gestos de amor y de ternura, compartiendo nuestro pan
con las
personas despreciadas por la sociedad y la religión…sabiendo
que la vida es más importante que satisfacer una
necesidad pasajera.
No tientes al Señor, tu Dios
Luego, el tentador propone a Jesús ingresar
a la ciudad de Jerusalén
descendiendo triunfalmente desde
la parte más alta del templo.
Pero
Jesús que vino a este mundo no a buscar figuración y prestigio,
rechaza
esa tentación diciendo: No tientes al Señor, tu Dios (Dt 6,16).
Sin
embargo, una tentación parecida le harán sus propios familiares:
Cuando uno quiere sobresalir, no
hace las cosas a escondidas.
Pues, tú que haces maravillas, date a conocer a todo el mundo.
Sus parientes hablan así porque no
creen en Él… A
Jesús le odian
por desenmascarar las malas
acciones de los hipócritas (Jn 7,4ss).
A quienes usan el templo para
figurar, aparentar, dominar, engañar,
negociar
con la administración de los sacramentos… Jesús les dice:
No basta decir: ¡Señor, Señor!, para entrar en el Reino de los cielos,
sino hacer la voluntad de mi
Padre del cielo.
Aquel día muchos me dirán: Señor,
en tu Nombre hemos predicado,
hemos expulsado demonios, hemos realizado muchos milagros.
Pero yo les diré: No les
conozco, aléjense malhechores (Mt 7,21ss).
No encerremos a Dios en el templo,
pues para el Profeta de Nazaret,
los que adoran a Dios deben hacerlo
en espíritu y verdad (Jn
4,21ss).
Adora y sirve al Señor, tu Dios
Desde una montaña muy
alta, el tentador le muestra a Jesús
todos
los países del mundo, con sus riquezas y glorias… y le dice:
Todo esto te daré, si te postras y
me adoras. Jesús
le responde:
Vete, porque está escrito: adora al
Señor, tu Dios, y sírvele solo a Él.
En el
Gólgota (=Calvario), a Jesús crucificado le insultan diciendo:
Si eres el Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz (Mt 27,40).
Siguiendo la voluntad del Padre
compasivo y misericordioso,
Jesús
introduce en este mundo el Reino de Dios y su justicia;
y desde
una montaña dice: Felices los que tienen espíritu de pobre…
Sus
enseñanzas no las impone con poder, las ofrece con amor.
Ser Hijo
de Dios no es un privilegio, es un servicio desinteresado.
Por eso, hacer -hoy- una Iglesia
pobre entre los pobres, significa:
-Despojarnos
del poder, del tener y de los prestigios ambiguos.
-Anunciar
el Evangelio, entregando la propia vida como hace Jesús.
-Liberar
a los que sufren el peso intolerable de la miseria (SRS, 13).
-Vivir
“ligeros de equipaje”, sabiendo que somos simples pasajeros.
-Ser hijos
de nuestro Padre, y hermanos entre
nosotros.
J. Castillo A.
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