Epifanía del Señor: 5 de enero del 2020
Is 60,1-6 - Ef
3,2-6 -
Mt 2,1-12
El Niño Jesús es mala noticia para unos y buena
noticia para otros,
es
rechazado por unos que están dentro
de la comunidad cristiana,
y
aceptado por otros que están fuera
de nuestra comunidad.
*El rey Herodes quiere saber dónde está
el Niño, pero para matarlo.
*Los sacerdotes y los maestros de la ley,
saben que el Mesías
ha
de nacer en Belén (Miq 5,1s), pero permanecen indiferentes.
*Sin
embargo, unos sabios de Oriente buscan y
hallan al Niño…
En
Jerusalén, Jesús es rechazado por las autoridades
Cuando Herodes se entera que unos sabios de Oriente preguntan:
¿dónde
está el Rey de los judíos que acaba de nacer?,
se
pone nervioso, teme a ese Niño pobre que ha nacido en Belén,
y
para acabar con Él, ordena matar a los niños menores de dos años.
Recordemos
que Herodes está al servicio del imperio
romano.
Para
mantenerse en el poder, asesina no
solo a sus enemigos,
sino
también a sus propios familiares (cuñado, suegra, esposa e hijos).
“Los
Herodes” que viven hoy, de rodillas ante el capitalismo,
temen perder sus privilegios
(poder político y poder económico).
Al
respecto, el papa Francisco hace esta denuncia (en EG, n.53):
Hoy, todo entra dentro del juego de la
competitividad
y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.
Como consecuencia de esta situación,
grandes masas de la población
se
ven excluidas y marginadas: sin trabajo,
sin horizontes, sin salida.
Las
autoridades religiosas de Jerusalén rechazan a Jesús, porque
han
hecho de la Casa de oración… una cueva de
ladrones (Mt 21,13).
Los
maestros de la ley y fariseos, expertos en la Escritura,
no
hacen nada para seguir el ejemplo de los sabios de Oriente.
Refiriéndose
a estos especialistas, años después, Jesús les dirá:
Ustedes estudian las Escrituras con
mucho cuidado,
porque esperan encontrar en ellas la
vida eterna…
pero ustedes no quieren venir a mí para
tener esa vida
(Jn 5,39ss).
En
Belén, unos sabios extranjeros adoran a Jesús
El texto de Mateo no dice que son tres
reyes, ni de razas diferentes.
Todo
eso es imaginación de la tradición
cristiana (G. Gutiérrez).
El
mérito de aquellos sabios está en que guiados por una estrella,
lo dejan todo y buscan al que es Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6).
En
ellos se cumple lo que dice el profeta Isaías (9,1):
Habitaban en una tierra de sombras y una
luz brilló ante sus ojos.
Después
de haber estado en Jerusalén, los sabios llegan a Belén.
Entran en la casa. Ven al Niño con María, su madre. Se arrodillan.
Le
adoran. Abren sus
cofres y le ofrecen: oro, incienso y
mirra.
Desde
la época de los Santos Padres (siglo IV) se dice que ofrecen:
oro porque es Rey, incienso
porque es Dios, mirra porque padecerá.
Sin
embargo, lo que dice Santo Tomás de Aquino es más acertado:
Oro, porque son pobres… Incienso, por
el mal olor del establo…
Mirra, para la salud del Niño… (Lectura, n.201).
Reflexionemos
sobre las palabras de Tomás de Aquino (1225-1274).
*¿Por qué se permite a quienes buscan y
adoran el becerro de oro,
destruir la tierra y explotar a los pobres con salarios
miserables?
¿Hasta cuándo los pobres campesinos y
nativos de la Sierra y Selva,
seguirán
siendo expulsados de la tierra donde han nacido?
*Sobre el mal olor, escuchemos al Papa
Francisco, obispo de Roma:
La tierra, nuestra casa, parece
convertirse cada vez más
en un inmenso depósito de porquería. En muchos lugares del planeta,
los ancianos añoran los paisajes de
otros tiempos, que ahora se ven
inundados
de basura (residuos industriales y productos químicos…).
Muchas veces se toman medidas solo
cuando se ha producido
efectos irreversibles para la salud de
las personas
(Laudato si, n.21).
*Siendo el hambre la causa principal de enfermedades y muertes:
¿Es
justo que los fabricantes y traficantes de armas amontonen dinero,
causando
enfermedad y muerte a millones de personas indefensas?
¿Qué
nos impide seguir los pasos de Jesús, Profeta de la misericordia,
que
durante su vida se preocupa y hace el
bien a los que sufren?
¿Por
qué damos preferencia a ciertas
fiestas en honor del Niño Jesús,
dejando
de lado (por no decir en el olvido) las enseñanzas de Cristo:
quiero que sean compasivos y no que
ofrezcan sacrificios?
(Mt 9,13).
Teniendo
presente el ejemplo de aquellos sabios “extranjeros”,
ojalá
nosotros -seguidores de Jesús- con el testimonio de nuestra vida,
podamos
decir: Señor, te he buscado y te he encontrado.
J. Castillo A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog