Santa María, Madre de Dios: 1º de
enero del 2020
Num 6,22-27 - Gal
4,4-7 -
Lc 2,16-21
Sigamos el ejemplo de
María, la madre de Jesús, que:
-Acoge
a los pastores que llegan para ver al Niño recién nacido…
-Observa
y medita en su corazón lo que dicen los pastores…
-Hace
la voluntad de Dios, circuncidando al Niño…
Que María -madre de Jesús y madre de
todos nosotros- y San José:
nos
acompañen…Solo somos huéspedes y peregrinos en esta tierra.
Los pastores van de prisa a Belén
José y María son jóvenes y
humildes esposos, sin prestigio ni poder.
Sin
embargo, desde su pobreza acogen a unos pastores despreciados,
a
quienes el ángel del Señor les anunció el nacimiento de Jesús. Ellos,
después
de ver a María, a José y al Niño acostado en un establo,
se van alabando a Dios por todo lo
que han contemplado y oído.
Pasa el tiempo, y aquel Niño crece
en edad, gracia y sabiduría,
sin
olvidar: su nacimiento en un establo… y la visita de los pastores.
Años
después, el Profeta de Nazaret anunciará a sus seguidores:
Felices ustedes los pobres, el Reino de Dios les pertenece (Lc 6,20).
Para
Jesús, los pobres explotados y excluidos son los privilegiados.
Supongamos -dice Santiago- que
cuando ustedes están reunidos,
entra un rico con anillos de oro y vestido elegante,
y entra también un pobre con ropas sucias.
Y ustedes fijando la mirada en el
que tiene vestidos lujosos le dicen:
siéntate aquí en este lugar
reservado.
Y al pobre le dicen: tú quédate de
pie, o siéntate allí en el suelo.
Al actuar así, ¿no están juzgando con pésimos criterios?
¿Acaso no escogió Dios a los
pobres para hacerlos ricos en la fe,
y herederos del Reino que prometió
a quienes le aman?
¿No son los ricos los que
oprimen y hablan mal de Cristo? (2,1-7).
Cuando sus discípulos discuten sobre
quién es el más importante,
Jesús
toma a un niño, lo pone en medio de ellos, y les dice:
Quien recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe (Lc 9,48).
María observa y medita en su corazón
Muchos de nosotros, arrastrados
por tanta propaganda comercial,
hemos
perdido la capacidad de ver el sufrimiento de los pobres.
Muy diferente lo que Dios, Padre
misericordioso, dice a Moisés:
He visto la opresión de mi pueblo y he bajado a liberarlo (Ex 3,7s).
Lo mismo hace María, la madre de
Jesús, al acoger a los pastores.
Recordemos
que en esa época, los pastores eran trabajadores impuros,
por
vivir junto con los animales y, por eso, eran despreciados.
Además,
nadie les hubiera invitado a visitar a un recién nacido.
Pero
allí están, contando lo que el ángel les ha dicho sobre el Niño.
Es por
eso que María observa estas cosas y las medita en su corazón.
Lo mismo
hace María, cuando Jesús se queda en Jerusalén (Lc 2,51).
Hoy en día, ¿sabemos ver las
señales de los tiempos? (Mt 16,1ss).
Sobre la
importancia de este tema, el Concilio Vaticano II dice:
La Iglesia debe observar a fondo los signos de la época
e interpretarlos a la luz del Evangelio. Solo así podrá
responder
a las
interrogantes sobre el sentido de la vida presente y futura (GS 4).
Circuncidan al Niño y le ponen por nombre Jesús
Los jóvenes esposos José y
María hacen la voluntad de Dios.
Ocho
días después de su nacimiento, circuncidan al Niño,
para
incorporarlo al pueblo de Dios (Gen 17,12).
Y, ese
mismo día, le ponen por nombre Jesús (=Dios salva).
Lo que dijo Juan Pablo I (obispo de
Roma solo durante 33 días),
viene a
ser un buen comentario de lo que hoy estamos celebrando:
Todos los hombres tienen hambre
y sed de paz.
La tienen sobre todo los pobres
que son los que más pierden y sufren
en los conflictos y las guerras (…).
Los que estamos aquí tenemos los
mismos sentimientos,
somos objeto de un amor sin fin de parte de Dios.
Sabemos que Él siempre tiene los
ojos fijos en nosotros,
también cuando nos parece que es de
noche.
Dios es Padre, más aún, es Madre.
No quiere nuestro mal, solo quiere
hacernos bien, a todos.
Y los hijos enfermos tienen mayor
motivo para que la madre los ame,
también nosotros, si estamos
enfermos de maldad o fuera de camino,
tenemos un título más para ser
amados por el Señor (10 sept.1978).
¡FELIZ AÑO NUEVO!, les deseo a todos ustedes. J. Castillo A.
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