4º Domingo de Pascua, ciclo C
He 13,14.43-52 - Ap
7,9.14-17 - Jn 10,27-30
Durante la fiesta
de la Dedicación del templo, Jesús está en Jerusalén,
caminando
por el pórtico de Salomón. Allí, las autoridades judías
se
acercan y le preguntan: Si eres el Mesías, dígalo de una vez.
Utilizando
la imagen del pastor, Jesús responde que sus discípulos
escuchan
su voz y le siguen… y Él les conoce y les da vida eterna.
Escuchar la voz de Jesús… y seguirle
Necesitamos recuperar el silencio para
que -libremente-
seamos
capaces de: escuchar la voz de Jesús... y
seguir su ejemplo…
*Escuchar
y practicar las enseñanzas de Jesús.
Andrés y Juan, al escuchar que Jesús es
el Cordero de Dios,
le
siguen… ven dónde
vive… y se quedan con Él (Jn 1,35ss).
Al finalizar su ministerio público en
Jerusalén, Jesús exclama:
Quien
escucha mis palabras y
no las practica, yo no le condeno,
pues no vine para condenar al mundo,
sino para salvarlo
(Jn 12,47).
*Seguir
el ejemplo de Jesús.
Antiguamente, los discípulos escogían a
sus maestros.
Jesús,
en cambio, toma la iniciativa de llamar
a sus seguidores,
para
enviarlos: a anunciar el Reino y a dar mucho fruto (Jn 15,16).
Seguir a Jesús es buscar primero el Reino de Dios y su
justicia,
porque,
una
religión de misa dominical pero
de semanas injustas,
no agrada al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresías
en el corazón, no es cristiana. Una Iglesia que se instalara
solo para estar bien, para tener mucho
dinero, mucha comodidad,
pero que olvidara el reclamo de las
injusticias, no sería la verdadera
Iglesia de nuestro divino Redentor (Mons. O.
Romero: 4 dic.1977).
Seguir a Jesús dando la vida
por los que sufren y viven excluidos,
pues,
si el grano de trigo que cae en tierra no
muere, queda solo,
pero si muere, da mucho fruto. El que se
ama a sí mismo se pierde,
el que entrega su vida, la conserva para
la vida eterna
(Jn 12,24s).
Seguir a Jesús que lava los
pies a sus discípulos (Jn 13,12ss).
Yo les conozco… y les doy la vida eterna
Desde su nacimiento en un establo, hasta
su asesinato en Jerusalén,
Jesús
conoce a los niños… a los jóvenes… a
las personas adultas…
pues
recorrió las etapas de la vida de toda
persona humana (SD 111).
*Jesús,
el Buen Pastor, nos conoce.
Defiende a los pequeños y frágiles: Dejen que los niños vengan a mí,
pues el Reino de Dios pertenece a los
que son como ellos
(Mc 10,14).
Un joven -ciego de
nacimiento- al recuperar la capacidad de ver,
tiene
problemas… Sin embargo, al final exclama: Creo,
Señor (Jn 9).
Al malhechor que le dice: Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino,
Jesús
le responde: Hoy estarás conmigo en el
paraíso (Lc 23,42s)
*Jesús,
el Buen Pastor, nos da vida en abundancia.
En Nazaret, Jesús crece en edad, en sabiduría y en gracia (Lc 2,39),
y
conoce por experiencia la carpintería, la agricultura, la ganadería…
Recorre
pueblos y ciudades, enseñando con palabras sencillas,
por ejemplo, la íntima relación que hay entre el pastor
y sus ovejas.
Mientras
ciertas personas y autoridades “creyentes” (ayer y hoy),
roban,
matan, destruyen, abandonan al pueblo;
Jesús, el Buen Pastor,
viene
a darnos vida y vida en abundancia
(Jn 10,10).
Jesús da de comer a los hambrientos compartiendo el
pan, porque:
nadie
es tan pobre que no pueda dar, ni tan rico que no pueda recibir.
También sana a los enfermos: Los ciegos ven… los cojos andan…
los leprosos quedan sanos…los sordos
oyen…los muertos resucitan…
se anuncia la Buena Noticia a los pobres (Lc 7,22).
Acoge y perdona a los pecadores: Convertir es mejor que apedrear,
perdonar y salvar es mucho mejor que
condenar
(Mons. O. Romero).
La
vida eterna que Jesús nos da, empieza en este mundo, pues,
el Reino de Dios -que es vida- está en medio de nosotros (Lc 17,21).
Tener
vida plena
es: Pasar de condiciones de vida menos
humanas,
a condiciones de vida más humanas… hasta llegar a
creer en Dios,
que nos llama a todos a participar, como
hijos,
en la vida de Dios, Padre de todos los
hombres
(PP, 1967, n.20s).
Tanto
amó Dios al mundo, que dio a su
Hijo único, para que
quien cree en Él no muera, sino que
tenga vida eterna
(Jn 3,16).
Quien
beba del agua que yo le daré, jamás tendrá
sed, pues el agua
que yo le daré se hará en él manantial
para la vida eterna (Jn 4,14).
Padre,
la vida eterna consiste en que
te conozcan a ti,
el Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo (Jn
17,3).
J. Castillo A.
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