3º Domingo de Pascua, ciclo C
Hch 5,27-41 - Ap
5,11-14 - Jn 21,1-19
Cuando Simón Pedro le dice: Señor,
tú sabes que te quiero,
Jesús
le confía esta misión: Apacienta mis ovejas, dando vida
y
alimentando a quienes tienen hambre de
Dios… y hambre de pan…
Luego,
indicándole cómo iba a morir, Jesús añade: Sígueme.
La
devoción a san Pedro debe basarse en amar y seguir a Jesús,
pues
la Iglesia -antes que
jerárquica- es una
comunidad misionera.
Luces
y sombras en la vida de Simón Pedro
Un día, Andrés va en busca de su hermano
Simón para decirle:
Hemos encontrado a Cristo. Luego lo
conduce a Jesús, quien al verlo
le
dice: Tú eres Simón, hijo de Juan, te llamarás Pedro (Jn 1,41s).
Cuando
muchos discípulos abandonan a Jesús… Pedro proclama:
Señor,
¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.
Nosotros creemos que tú eres el Santo de
Dios
(Jn 6,68s).
En
el momento en que Jesús le va a lavar los pies, Pedro se resiste:
Señor,
¿tú me vas a lavar los pies a mí? Entonces Jesús le responde:
Ahora no entiendes lo que estoy
haciendo, lo entenderás más tarde…
Si no te lavo los pies, no podrás ser de
los míos…
(Jn 13,6ss).
Durante
el discurso de despedida Simón Pedro le pregunta a Jesús:
Señor,
¿por qué no puedo seguirte? Daré mi vida por ti (Jn 13,36ss).
Sin
embargo, después que toman preso a Jesús, Pedro le sigue,
y
en casa de Anás, ante una criada, niega conocer a Jesús (Jn 18,15ss).
¿Todo
habrá terminado con la muerte de Jesús, el Profeta de Nazaret?
Lo
cierto es que Pedro y seis compañeros
abandonan Jerusalén,
quizás
por temor a perder la vida, por el desaliento que experimentan,
o
por olvidar aquellos hechos terribles. Todos ellos vuelven a Galilea.
Allí
tratan de retomar la vida que llevaban antes de seguir a Jesús.
Pedro toma la iniciativa y dice a sus
compañeros:
Voy
a pescar.
Ellos
contestan: Vamos también nosotros contigo.
Sin embargo,
después
de haber trabajado toda “la noche”, no pescan nada.
Ellos
que son expertos en las tareas del mar ni siquiera pueden pescar.
Simón,
hijo de Juan, apacienta mis ovejas
En el encuentro
de Jesús con sus discípulos, en
el lago de
Tiberiades,
vemos
cuatro pasos que se dan en todo proceso
de reconciliación.
*Acompañar:
Al amanecer Jesús se presenta en la
orilla.
Jesús observa el fracaso de sus
discípulos cuando fueron a pescar.
Quizás,
por querer olvidar los acontecimientos dolorosos de Jerusalén,
todos
ellos -sin darse cuenta- han estado pescando en el mismo lugar.
Jesús
se dirige a ellos y, para sacarlos del activismo en que están,
les
dice: Echen las redes a la derecha de la
barca y pescarán…
Acompañar a las víctimas exige capacidad
de oír -una y otra vez-
la
pesada carga que llevan consigo: dolores, problemas, angustias…
*Acoger.
Jesús les dice: Vengan a desayunar.
Jesús crea un ambiente de confianza,
seguridad y hospitalidad.
Prepara el desayuno y les pide traer
algo de lo que han pescado
y,
como en otra ocasión (Jn 6), Jesús se pone a servir la comida:
Toma el pan y lo reparte entre ellos, lo
mismo hace con el pescado.
Estos
gestos preparan a las víctimas para que restauren sus vidas,
y
restauren también la vida de otras personas que han sufrido.
*Reconciliar:
Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Al
terminar de comer, Jesús se dirige a Simón Pedro, no para remover
aquellos
dolorosos momentos en que Pedro le abandona y le niega.
En
vez de eso, Jesús le pregunta: Simón, ¿me
amas?... ¿me quieres?...
Esta
sencilla pregunta debió impresionar a Pedro, quien entristecido
le
responde: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.
La
reconciliación es una experiencia personal que nos lleva
a
descubrir -en la aparente derrota- la llama de la victoria final,
es
decir, a participar en la vida de Jesús que ha vencido la muerte.
*Encomendar
tareas: Apacienta mis ovejas.
A Pedro que le negó conocer, ahora Jesús le encomienda una misión:
ser
guía y pastor de aquella pequeña comunidad naciente.
Pedro
-una vez reconciliado- es ahora víctima reconciliadora,
concretamente,
Simón Pedro asume su pasado de manera
distinta.
Por
eso, cuando le preguntan: ¿Qué debemos
hacer?, Pedro responde:
Arrepiéntanse
y háganse bautizar. En adelante, los que se bautizan:
Se reúnen frecuentemente para oír la
enseñanza de los apóstoles…
participar en la fracción del pan y en
las oraciones
(Hch 2,37-42).
Esta
experiencia que tienen Pedro y sus compañeros es, hoy en día,
una
invitación para creer y anunciar que
Jesús vive.
J. Castillo A.
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