6º Domingo de Pascua, ciclo C
He 15,1-2. 22-29 - Ap
21,10-14. 22-23 - Jn 14,23-29
Mientras Jesús se
despide de sus discípulos, Judas Tadeo le pregunta:
Señor, ¿por qué te vas a manifestar a
nosotros y no al mundo?
Jesús
que vino no para condenar al mundo sino
para salvarlo,
pide
a sus discípulos: -Poner en práctica sus enseñanzas y obras…
-Dejarse
conducir por el Espíritu Santo que el
Padre les enviará…
-Ser
mensajeros de la paz, pero de aquella paz
que Él nos da…
Amar
a Jesús, poniendo en práctica sus enseñanzas
Hay
autoridades que les encanta viajar al interior y fuera del país,
para
resolver -dicen- los problemas de salud, educación… del pueblo.
Sin
embargo, hay niños y jóvenes, adultos y ancianos del pueblo, que
llevan
sobre sus espaldas el peso intolerable de la miseria (SRS, 13).
Además,
como dicen nuestros obispos: Vemos, a la
luz de la fe,
como un escándalo y una contradicción
con el ser cristiano,
el
creciente abismo entre ricos y pobres.
El lujo de unos pocos
se convierte en insulto contra la
miseria de las grandes mayorías.
Esto es contrario al plan de Dios (DP, 1979,
n.28).
¿Por
qué hay miseria en países con tantos recursos naturales?
¿Anunciamos
la persona de Jesús, su vida, sus enseñanzas y obras?
¿Lo
hacemos dando testimonio en el hogar, en el trabajo, en el barrio?
En
1531, fray Bartolomé de las Casas dijo: Del
más chiquito
y del más olvidado tiene Dios la memoria
muy reciente y muy viva.
Tengamos
presente que Jesús se identifica con los insignificantes,
con
los que tienen hambre, sed… llamándolos
mis hermanos (Mt 25).
Y
Él mismo sigue anunciando: Si alguien me ama, que practique
mis
enseñanzas, entonces mi Padre le amará y vendremos a él
y
habitaremos en él.
Esta es la raíz de la dignidad del ser humano.
Al
respecto, el apóstol Pablo dice: ¿Acaso no saben ustedes
que
son templos de Dios, y que el Espíritu de Dios vive en ustedes?
Al que destruye el templo de Dios, Dios
lo destruirá a él, porque
el
templo de Dios es santo, y ese templo son ustedes (1Cor 3,16-17).
El
Espíritu Santo nos recuerda lo que Jesús enseñó
Los discípulos de Jesús no se van a
quedar huérfanos,
porque
el Padre les enviará el Espíritu Santo que les enseñará
y
les recordará todo lo que Jesús les ha enseñado.
Es
muy significativo el siguiente testimonio de Juan Bautista:
Dios que me envió a bautizar con agua me
dijo: Verás al Espíritu
bajar sobre aquel que ha de bautizar con
el Espíritu Santo. Yo lo vi
y, por eso, doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios (Jn 1,33s).
Actualmente,
¿somos testigos de Jesús, el Hijo de Dios?
En
el diálogo con Nicodemo, Jesús le dice: En
verdad te digo:
si
uno no nace del agua y del Espíritu,
no puede entrar
en el Reino de Dios… lo que nace del
Espíritu es espíritu
(Jn 3,5ss).
¿Vivimos
nuestro bautismo -cada día- como un nuevo nacimiento?
Cuando
la Samaritana le habla sobre el culto que se da a Dios,
Jesús
anuncia: Ha llegado la hora, en que los
verdaderos adoradores
adorarán
al Padre en espíritu y verdad (Jn 4,23s). ¿Amamos a Dios
en
espíritu y verdad, o preferimos practicar ceremonias y ritos?
Ante
tantos problemas de corrupción, ¿nos dejamos conducir por
el Espíritu de la verdad que el mundo no
puede recibir?
(Jn 14,17).
La
paz les dejo, mi paz les doy
En muchos países de América Latina
-concretamente en el nuestro-
crece la violencia que se
manifiesta en: robos, secuestros, asesinatos,
crimen
organizado, narcotráfico, abuso sexual, grupos paramilitares…
Entre las causas están: corrupción en
todos los niveles, racismo,
exclusión
de los pobres, consumismo (preferimos tener en vez de ser).
Señor, no me arrastres con los malvados,
ni con los malhechores,
ellos saludan con la paz pero con
malicia en sus corazones (Sal 28).
Cuando
la sangre derramada pide a Dios que haga
justicia (Gen
4,10),
¿seguiremos
con los brazos cruzados, para no complicarnos la vida?
Levantémonos
para ser mensajeros de la paz y de la justicia:
Felices los que trabajan por la paz, serán hijos de Dios (Mt 5,9).
Al entrar en una casa digan primero: Paz a este casa (Lc 10,5).
La
paz les dejo, les doy mi paz, pero no como
la da el mundo.
Les digo todo esto para que, unidos a mí, tengan paz. En el mundo,
van a sufrir, pero tengan valor, yo he
vencido al mundo
(Jn 16,33).
Desde
una Iglesia pobre, construyamos un mundo fraterno donde:
La paz
sea obra de la justicia y fruto del amor (GS, n.78).
J. Castillo A.
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