3º Domingo de Cuaresma, ciclo C
Ex 3,1-15 - 1Cor
10,1-12 - Lc 13,1-9
Las desgracias que hay por obra humana o
por desastres naturales,
no
son “castigo divino”… como muchas veces escuchamos decir.
Jesús
quiere que nos convirtamos y demos buenos frutos,
compartiendo
nuestro pan con los pobres que carecen de lo necesario.
Convertirnos
y creer en el Evangelio
Cuando le informan que Pilato
(representante del imperio romano),
asesinó en el
Templo a unos galileos; Jesús -Profeta
misericordioso-
no
pide a la gente responder con violencia, a ese acto criminal.
Para
Jesús, aquellas víctimas no eran más pecadores que los demás,
por
eso dice: Si ustedes no se convierten,
acabarán como ellos.
Jesús
insiste en el tema, recordando la muerte de dieciocho personas,
aplastadas
por la torre de Siloé (murieron de una manera casual),
y
vuelve a decir: Si ustedes no se convierten,
acabarán como
ellos.
Todos
necesitamos convertirnos, cambiar
nuestra manera de vivir,
arrepentirnos,
dejar de ser cómplices (con nuestro silencio),
del
sufrimiento y de la muerte de tantas personas inocentes.
Al
respecto, recordemos la denuncia que hace el Papa Paulo VI:
Cuando tantos pueblos tienen hambre,
cuando tantos hogares sufren la miseria,
cuando tantos hombres viven sumergidos
en la ignorancia,
cuando aún quedan por construir tantas escuelas,
hospitales, viviendas
dignas de este nombre,
todo derroche… gasto de ostentación…
carrera de armamentos,
se convierten en un escándalo intolerable (PP, 1967, n.53).
Ahora
bien, siendo la conversión don de
Dios y respuesta humana,
pidamos
al Señor la gracia de meternos en la
cultura de cada pueblo:
descalzos,
en silencio, respetando,
escuchando
(C.E. Ecuatoriana 1994).
Pidamos también la capacidad de: -ver la opresión de nuestro pueblo,
-oír sus quejas contra los responsables,
-conocer sus sufrimientos,
-liberarlos del maltrato, -llevarlos a tener una vida plena (1ª
lectura).
Señor,
déjala todavía este año… tal vez así dé fruto
Los hombres y las mujeres del pueblo
elegido son la viña del Señor.
Ha
pasado mucho tiempo y aquella viña del Señor no da fruto:
¿Qué más podía hacer por su viña que no
lo haya hecho?...
Dios esperaba de ellos derecho y solo
encuentra asesinatos,
esperaba justicia y solo escucha gritos
de dolor
(Is 5,1-7).
Para
Jesús debió ser desalentador conocer a muchas personas
que
escuchan sus enseñanzas, pero no dan
señales de conversión.
Como
no cambian ni se arrepienten… ¿será mejor cortarlas?
Algo
parecido se dice en la parábola del trigo y de la mala hierba:
¿quieres que vayamos a arrancar la mala hierba? (Mt 13,24-30).
Felizmente,
el viñador intercede para salvar la higuera estéril y dice:
Señor, déjala todavía este año, cavaré
alrededor y le pondré abono,
tal
vez así dé fruto. Si no, el año
que viene la cortarás.
Con
la frase tal vez empieza el tiempo de espera, pero ¿hasta cuándo?
Empecemos,
hoy, escuchando y practicando la Palabra del Señor:
El
ayuno que yo quiero
es este: romper las cadenas de la
injusticia,
desatar los nudos que aprietan el yugo, dejar libres a los oprimidos,
acabar con toda clase de tiranía, compartir tu pan con el hambriento,
acoger en tu casa al pobre sin vivienda, vestir al que está desnudo,
preocuparte de tus semejantes… (Is 58,6-8).
Además,
no abucemos de la paciencia del pueblo pobre y creyente.
*¿Hasta cuándo, al entrar en un templo, estará la lista de los precios:
bautismo, tanto… intención de misa,
tanto?
(Francisco, 21 nov. 2014).
*Siendo la Eucaristía fuente y culmen de la vida cristiana
(LG, n.11),
¿por
qué tiene precio?, ¿se trata de un negocio o comercio? (Cn 947).
*Con relación a los sacramentos del
Bautismo y del Matrimonio,
¿por
qué se da más importancia a los trámites
burocráticos,
en
vez de dar una buena formación cristiana a los interesados?
*¿Qué hacemos con las limosnas y ofrendas que se dan en la Misa?
¿Nos acordamos de las personas pobres?
(Gal 2,10).
*Muchas veces, nuestras homilías producen aburrimiento, porque:
-improvisamos temas que a los feligreses
no les interesa…
-usamos palabras complicadas que pocas
personas entienden…
-respondemos a preguntas teóricas que
nadie se hace…
*Para crear una corriente de opinión
inspirada en el Evangelio,
seamos
breves para que nos escuchen, claros para que nos entiendan,
auténticos
(testimonio de vida) para que nos crean.
J. Castillo A.
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