Domingo de Resurrección
Hch 10,34-43 - Col
3,1-4 -
Jn 20,1-9
El Evangelio de hoy nos presenta (con un
lenguaje simbólico),
el camino de fe -en Jesús
resucitado- que recorren:
María
Magdalena y los discípulos Pedro y Juan.
Señor,
la vida de los que en ti creemos,
no termina, se transforma; y, al
deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el
cielo
(Prefacio I de difuntos).
Señor,
te he buscado y te he encontrado
El primer día de la semana, muy temprano,
estando todavía oscuro
María
Magdalena (que aún permanece en las
tinieblas) va al sepulcro.
Al ver que la piedra de entrada está
retirada, vuelve corriendo,
para
decirles a Pedro y Juan: Se han llevado del sepulcro al Señor.
¿Las
autoridades habrán ordenado desaparecer el cuerpo de Jesús?
Siguiendo
el texto de Juan (20,11-18), María
Magdalena llora,
como
llora la viuda de Naín por la muerte
de su hijo único (Lc 7,13),
como
llora el mismo Jesús por la muerte
de Lázaro (Jn 11,35), y
como
lloran las mujeres al ver a Jesús
llevando su cruz (Lc 23,27).
Mientras llora va repitiendo: -Se
han llevado del sepulcro al Señor.
-Se
han llevado a mi Señor y no sé
dónde lo han puesto.
-Si tú
te lo has llevado, dime dónde lo
pusiste y yo iré a buscarlo.
Esta
preocupación nos
recuerda
las palabras del Cantar de los cantares:
Me levanté, recorrí la ciudad, las
calles y las plazas,
buscando al amor de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! (3,1-2).
María
Magdalena, al escuchar una voz amiga que le dice: ¡María!,
exclama:
¡Maestro!... Es Jesús que ahora está
con Dios Padre.
Se
trata del camino de fe y reconciliación
que Mª Magdalena recorre.
Ella
una vez reconciliada: con Dios,
consigo misma y con el prójimo,
asume su dolor y se proyecta hacia el
futuro de una manera diferente.
Anuncia: ¡He visto al Señor!... Por eso, san
Hipólito de Roma (+235)
dice
que María Magdalena es: La apóstol de los
apóstoles,
pues,
entre luces y sombras ha buscado y ha encontrado al Señor.
Pedro
y Juan ven y creen
En la época de Jesús, Roma realiza terribles actos de violencia…
Por
ejemplo, hay ejecuciones que se realizan fuera de la ciudad,
en
lugares públicos, al borde de un camino, en medio de basurales,
para
que la gente se dé cuenta que los ejecutados son basura humana.
La
peor humillación consiste, generalmente, en arrojar el cuerpo
de
los ejecutados a un basurero, a una fosa común, o desaparecerlo.
Ni
siquiera se les concede un sencillo pero digno entierro.
Aquel
viernes, los seguidores/as de Jesús que han caminado con Él,
desde
Galilea hasta Jerusalén, presencian su
pasión y muerte injusta.
Pero,
gracias a la intervención de José de Arimatea y de Nicodemo,
el
cuerpo de Jesús es colocado en un sepulcro nuevo (Jn 19,38ss).
El
sepulcro, en muchas culturas, es el lugar a donde se acude,
para
aliviar el dolor que uno tiene por la pérdida de un ser querido.
Jesús,
el Profeta de Nazaret, padeció injustamente una muerte cruel,
por
defender y dar vida a los pobres, a los leprosos, a los pecadores…
Con
razón (en 1559) B. de Las Casas -defensor de los Indios- dice:
Dejo en las Indias a Jesucristo, nuestro
Dios, azotado y afligido,
abofeteado y crucificado, no una vez,
sino millares de veces.
Actualmente,
hay personas y autoridades “creyentes” que roban,
pisoteando
los derechos más elementales de los pobres trabajadores.
¿Algún
día dirán: Señor, doy la mitad de mis
bienes a los pobres,
y a quien le robé algo, le devolveré
cuatro veces más?
(Lc 19,8).
Ahora bien, para verificar lo que María
Magdalena les ha dicho,
Pedro y Juan van corriendo,
y al llegar solo hallan un sepulcro vacío.
Sin
embargo, Juan el discípulo amado: entra… ve… y cree…
A
Juan le invade una experiencia nueva: el Crucificado ha resucitado.
En
adelante, Pedro, Juan y los demás discípulos/as de Jesús,
pondrán
vida donde hay muerte, luz donde hay tinieblas, porque:
Dios, amigo de la vida, es Dios de vivos no de muertos (Mc
12,27).
Cuando
Pedro y Juan van al
templo,
a un paralítico que pide limosna,
Pedro
le dice: No tengo plata ni oro pero lo
que tengo te doy:
En la persona de Jesucristo, el
Nazareno, levántate y camina.
Por
hacer el bien, Pedro y Juan -detenidos y amenazados- responden:
Gracias a la persona de Jesús a quien ustedes crucificaron
y a quien Dios resucitó de entre los muertos,
este hombre está de pie y sano ante ustedes (Hch 3 y
4).
J. Castillo A.
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