Bautismo del Señor, ciclo C
Is 40,1-5. 9-11 - Tito
2,11--3,7 - Lc 3,15-16. 21-22
En varias parroquias… se realizan bautismos para todos los gustos,
generalmente,
sin dar importancia al encuentro personal con Jesús.
¿No
habrá en esto una apariencia de negocio o
comercio? (CIC, 947).
¿Qué
hemos hecho del ejemplo y de las enseñanzas de Jesús
que
nos dice: Si uno no nace del agua y del Espíritu,
no puede entrar en el Reino de Dios? (Jn 3,5).
Jesús,
el Mesías, les bautizará con el Espíritu Santo y fuego
La misión del profeta Juan es preparar la venida de Jesús.
Para
ello, Juan recorre la región del río
Jordán y predica
un bautismo de arrepentimiento para el
perdón de los pecados.
Como
todos se preguntan si Juan no sería el
Mesías,
el
profeta del desierto responde: yo les bautizo con agua…
Y,
al mismo tiempo, les exige dar frutos de una sincera conversión:
compartir el pan con el hambriento…
vestir al que está desnudo…
cobrar lo justo… no maltratar ni hacer
denuncias falsas…
(Lc 3,7ss).
A
continuación, Juan anuncia: Viene uno con
más autoridad que yo.
Él les bautizará con el Espíritu Santo y fuego (Lc 3,16). Ciertamente,
el
agua lava… el fuego purifica… el Espíritu transforma, santifica…
*La
acción del Espíritu Santo está presente en la vida de Jesús:
-El
Espíritu Santo desciende sobre Él mientras se bautiza (Lc 3,22).
-Jesús
se deja llevar por el Espíritu Santo al desierto (Lc 4,1).
-Impulsado
por el Espíritu Santo, Jesús vuelve a Galilea (Lc 4,14).
-Con
la alegría del Espíritu Santo, Jesús alaba al Padre (Lc 10,21).
-Antes
de subir al cielo, Jesús dice a sus discípulos:
Ustedes serán bautizados con el Espíritu
Santo
(Hch 1,5).
Por
su parte, Pablo escribe: Fuimos bautizados en un solo Espíritu,
para formar un solo cuerpo (1Cor 12,13).
*Sobre
el fuego Jesús dice: He venido a prender fuego en la tierra,
y, ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar
por
un bautismo, y siento
angustia hasta que se cumpla (Lc 12,49s).
Tú
eres mi Hijo amado, el predilecto
Jesús siendo igual a Dios, se humilla, se
hace servidor (Flp 2,6-11),
vive
pobre entre los pobres, se bautiza con su pueblo como uno más.
Mientras
se
bautiza, Jesús ora, el Espíritu Santo baja sobre
Él,
y
una voz del cielo anuncia: Tú eres mi hijo amado, el predilecto.
Siendo
hijo amado, Jesús invoca a Dios llamándole Abbá, Padre,
y
nos pide invocarle de la misma manera diciendo: Padre nuestro…
Al
respecto, reflexionemos en las siguientes palabras de san Pablo:
Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Ustedes no han recibido un espíritu de
esclavos, para tener miedo,
sino el Espíritu que nos hace hijos
de Dios,
y que nos permite llamar a Dios Abbá, Padre (Rom 8,14s).
Si
somos hijos de Dios, vivamos como hermanos entre nosotros,
dando
vida a los niños, jóvenes, adultos y ancianos que sufren.
Para
ello, como dijo el Papa Juan Pablo II, dejémonos guiar
por el
Espíritu Santo,
para: -ser pobre entre los pobres,
-seguir el ideal de pobreza predicada y
practicada por Jesús,
-imitar su amor a los pobres (cf. Catequesis:
30 noviembre 1994).
Llamados
a dar testimonio de nuestro bautismo
¿Cómo se explica que en países de
tradición cristiana, como el Perú,
hay:
corrupción, injusticia, mentira, odio, violencia, narcotráfico…?
Muchas
cosas cambiarían en nuestra sociedad,
si
los creyentes viviéramos nuestro
bautismo con la finalidad de:
-Dar testimonio con palabras y obras
concretas.
-Tener la capacidad de: ver, oír, hablar, reflexionar, levantarse.
-Leer e interpretar los signos de los
tiempos.
-Crear una corriente de opinión pública
inspirada en el Evangelio.
-Proponer los valores del Reino como
base de un compromiso social.
-Ser servidores de Jesús, como lo dice
Juan el profeta del desierto:
Ahora mi alegría es grande, que Él
crezca y yo disminuya
(Jn 3,29s).
Después
que Pedro y los Once anuncian a
Jesús resucitado,
la
gente pregunta: Hermanos, ¿qué debemos
hacer? Pedro responde:
Arrepiéntanse y háganse bautizar invocando el nombre de Jesucristo,
y Dios les perdonará sus pecados y les
dará su Espíritu
(Hch 2,37s).
Si
en la Iglesia primitiva se bautizaba a
los convertidos,
nuestra tarea -hoy- es en cambio la de convertir a los bautizados.
(Mons.
Samuel Ruiz (1924-2011): Ponencia en Medellín, 1968).
J. Castillo A.
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