2º Domingo de Adviento, ciclo C
Baruc 5,1-9 - Flp,
1,4-11 -
Lc 3,1-6
Desde el siglo sexto a.C. el pueblo de
Israel no tiene profetas:
Ya
no tenemos profetas y nadie sabe hasta cuándo (Sal 74,9).
Siglos
después Dios habla, pero no en Roma…
ni en Jerusalén…
sino
en el desierto donde está el profeta Juan, quien:
predica un bautismo de
conversión… prepara el camino del Señor…
anuncia que todos verán
la salvación de Dios (cf. Is 40,3ss).
Bautismo
de conversión
Juan el Bautista, sacerdote rural como su
padre Zacarías,
deja
sus labores del templo y va al desierto
a orillas del río Jordán.
Es
allí donde vive con sencillez, oye y practica la voz de Dios.
Desde
el desierto, Juan predica un bautismo de conversión,
que
no se reduce a un rito (sumergirse en las aguas del río Jordán),
sino mostrar los frutos de una sincera conversión (Lc 3,7).
El
bautismo no es una ceremonia donde se obtiene un “documento”
que
se “usa” para: -matricular al hijo/a
en un colegio católico,
-hacer la primera comunión, -realizar un matrimonio religioso… etc.
El
bautismo es vida nueva, es conversión a Dios y a nuestro prójimo.
Por
eso, reconociendo que todos somos pecadores,
la conversión es un proceso
permanente que abarca toda la vida.
*Consiste
en volver a Dios, a quien le hemos
abandonado,
como
el hijo menor que deja la casa de su padre (Lc 15,12s).
*También
consiste en convertirnos al prójimo
(cercano o lejano),
rezar
por ellos, acogerlos, amarlos con entrañas de misericordia.
Esto
supone abandonar la violencia, la venganza, la indiferencia,
y,
en una sociedad injusta, dejar de explotar a las personas pobres.
Durante
su juventud, Agustín de Hipona
(354-430) busca a Dios,
y
esta búsqueda sincera -entre luces y sombras- lo lleva a exclamar:
¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?
¿Mañana? ¿Por qué no hoy?
¿Por qué no poner fin a mis torpezas en
esta misma hora?
Su
bautismo (a los 33 años) significa conversión,
cambio de vida.
Preparen
el camino del Señor
Cuando nace Juan, su padre Zacarías lleno
del Espíritu Santo dice:
Y a ti, niño, te llamarán profeta del
Altísimo.
Caminarás delante del Señor, preparándole el camino.
Anunciarás al pueblo: salvación y perdón
de sus pecados
(Lc 1,76s).
Ahora
que el tiempo se ha cumplido, Lucas citando al profeta Isaías
escribe:
Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor.
Se
trata del camino donde hay: amor,
compasión, conversión, perdón.
Busquen al Señor… y llámenlo mientras
está cerca.
Que el malvado y el criminal dejen sus caminos y sus planes.
Vuélvanse al Señor y Él tendrá compasión
de ustedes
(Is 55,6s).
Siendo
Jesús el Camino que nos conduce a
Dios, digamos con fe:
Señor, que todos los miembros de la
Iglesia sepamos discernir
los signos de los tiempos y crezcamos en
la fidelidad al Evangelio.
Que nos preocupemos de compartir -en la
caridad- las angustias
y las tristezas, las alegrías y las
esperanzas de los hombres y mujeres,
y así les mostremos el camino de la salvación (Plegaria eucarística V/c).
Todos
verán la salvación de Dios
Dios Padre ha enviado a Jesús, su Hijo
querido, para salvar a todos:
*No teman… Hoy, ha nacido para ustedes el Salvador (Lc 2,11).
*Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor
muera en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador…
Luz que ilumina a todas las naciones (Lc 2,29ss).
*A
Zaqueo que acoge a Jesús y se compromete con los pobres…
el
Señor le dice: Hoy ha llegado la salvación a esta casa… porque
el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo perdido (Lc 19,8ss).
*Después
que crucificaron a Jesús, los jefes se burlan de Él diciendo:
Ha
salvado a otros, que se salve a
sí mismo,
para ver si de veras es el Mesías, el
predilecto de Dios
(Lc 23,35ss).
*Hay
muchas personas que llevan el peso
intolerable de la miseria.
Como
cristianos -antes que sea demasiado tarde- salvemos
sus vidas,
haciendo algo concreto
por los hermanos/as de Jesús que necesitan:
alimento, agua, vestido, vivienda, salud,
libertad, educación
(Mt 25).
*Dios ha mostrado su bondad, al ofrecer la salvación a todos,
enseñándonos a renunciar a la maldad y a
los deseos mundanos,
y a vivir en el tiempo presente con
templanza, justicia y piedad…
esperando la manifestación gloriosa de Cristo (Tito
2,11ss).
J. Castillo A.
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