miércoles, 26 de diciembre de 2018

Madre de Jesús y madre nuestra

Santa María, Madre de Dios
Num 6,22-27  -  Gal 4,4-7  -  Lc 2,16-21

   Nuestro amor a María, la madre de Jesús y madre nuestra,
no debemos empañarlo con devociones y costumbres superficiales.
   Jamás debemos olvidar que la misión de su hijo Jesús,
es llamar a seguidores y seguidoras para que estén con Él,
y para enviarlos a anunciar el Reino de Dios (Mc 3,13ss).
Al respecto, María nos sigue diciendo: Hagan todo lo que Él les diga.

Los pastores van de prisa a Belén
   El ángel se aparece no a los sacerdotes ni a los estudiosos de la ley,
sino a unos pastores que pasan la noche cuidando las ovejas,
desde esta experiencia, saben que el pan de cada día es algo incierto,
   Sin embargo, al oír la Buena Noticia del nacimiento de Jesús,
van de prisa a Belén y encuentran al niño acostado en un establo.
En este niño está presente Dios como Salvador, Mesías, Señor
Ciertamente, los caminos de Dios no son como los nuestros (Is 55,8).
   Tratándose de pastores y ovejas, Jesús compasivo nos dice:
*Si uno tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja las noventa y nueve,
y va en busca de la oveja extraviada, hasta encontrarla? (Lc 15,3ss).
*Lamentablemente hay malos pastores que se apacientan a sí mismos,
buscan sus propios intereses, maltratan a los débiles (Ez 34,1ss).
Por eso, Jesús denuncia a los ladrones, y anuncia que es buen pastor:
El ladrón solo viene para robar, matar y destruir.
Pero yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor que da su vida por las ovejas (Jn 10,10s).
   Algo más. “Aquel día”, el Hijo del hombre separará unos de otros,
como hace el pastor cuando separa las ovejas de las cabras
Entonces dirá a los buenos: Reciban el Reino preparado para ustedes,
porque tuve hambre y me alimentaron, tuve sed y me dieron de beber,
era forastero y me acogieron, estaba enfermo y me sanaron,
estaba encarcelado y me liberaron… Todo lo que hicieron
a uno de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí (Mt 25, 31ss).

María, madre de Jesús y madre nuestra
   Mientras Jesús enseña a la multitud, una mujer sencilla alza la voz
y exclama: Feliz la mujer que te dio a luz y te crió.
Sin quitar méritos a su madre, Jesús amplia esta felicidad
a todos los que oyen la Palabra de Dios y la practican (Lc 11,27s).
Al respecto, María después de escuchar el mensaje del ángel Gabriel,
dice: Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí tu palabra.
Precisamente, por su fidelidad y entrega a la Palabra de Dios
le seguimos suplicando: Ruega por nosotros pecadores.
   En las bodas de Caná (Jn 2,1-11), María le dice a su hijo Jesús:
No tienen vino. Luego, dirigiéndose a los servidores añade:
Hagan todo lo que Él le diga. Gracias a la intervención de su madre,
Jesús hace su primera señal milagrosa y sus discípulos creen en Él.
Desde entonces, estas palabras de María deben ayudarnos:
a escuchar las enseñanzas de su Hijo Jesús, a ponerlas en práctica,
y a comprometernos con los necesitados, como simples servidores.
   María acompaña a su Hijo Jesús desde Belén hasta el Calvario.
Con el corazón atravesado de dolor, escucha el testamento de Jesús:
Mujer, ahí tienes a tu hijo… Hijo, ahí tienes a tu madre (Jn 19,25ss).
María está presente allí donde la muerte es semilla de una nueva vida,
pues espera lo imposible, a saber, la Resurrección de su Hijo Jesús.
   Por su corazón pasan tristezas y gozos, angustias y esperanzas,
y, como buena madre, observa… escucha… medita

Al Niño le ponen por nombre Jesús
   Dios realiza una alianza con Abrahán, haciendo de él
-que tiene noventa y nueve años- padre de una multitud de pueblos.
Para pertenecer al pueblo de Dios, los varones deben circuncidarse.
  José y María, fieles a la tradición religiosa de su pueblo,
al octavo día del nacimiento del Niño van a Jerusalén;
allí circuncidan al Niño y le ponen por nombre Jesús (=Dios salva).
   En la Biblia, nombre y persona es lo mismo. Por eso, S. Pablo dice:
Dios exaltó a Jesús y le dio un nombre que está sobre todo nombre,
para que ante el nombre de Jesús, todos doblen las rodillas,
y todos proclamen que Jesucristo es el Señor (Flp 2,9-11).
    Que Dios Padre infunda en nuestros corazones el Espíritu Santo,
para vivir como hijos suyos… y como hermanos entre nosotros…
¡FELIZ AÑO NUEVO 2019!, les deseo a todos ustedes.
J. Castillo A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog