25º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Sab 2,17-20 - Stgo
3,16-4,3 - Mc 9,30-37
No basta decir: Opción preferencial
por los pobres…
La Iglesia es abogada de la justicia y
de los pobres…
Iglesia pobre para los pobres…
Lo
más importante es hacer, como lo
dice el Papa Juan Pablo II:
Hoy más que nunca, la Iglesia es
consciente de que
su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras,
antes que por su coherencia y lógica
interna
(CA, 1991, n.57).
El
Hijo del hombre va a morir y resucitar
Al emprender su viaje a Jerusalén, Jesús
sabe a lo que se expone.
Por
ello, se dedica a formar a sus
discípulos, anunciándoles
que
el Reino de Dios se hace realidad dando la propia vida:
El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres,
lo
matarán, y después de morir, a los tres días resucitará.
Para
Jesús, el triunfo de la Vida pasa por su pasión y su muerte:
El buen pastor da su vida por las ovejas (Jn 10,11).
Sin
embargo, sus discípulos le escuchan pero tienen otros intereses.
Ellos
esperan, no a un Mesías servidor
sino a un “Mesías victorioso”,
ambicionan
ser superiores a los demás… y ocupar puestos de honor…
Más
tarde, cuando Jesús es encarcelado, todos ellos le abandonan.
Esto
cambiará al recibir el Espíritu Santo. A partir de entonces,
no
temerán ser perseguidos y morir por causa del Reino de Dios.
En
este contexto recordemos el testimonio de san Pablo, quien
-después
de su conversión- se identifica con Jesús crucificado:
He
servido al Señor con toda
humildad, con lágrimas y pruebas
que me han causado las intrigas de los
judíos…
Les
prediqué y enseñé tanto en
público como en sus casas,
dando
testimonio a judíos y a
griegos para que se conviertan…
No
he codiciado la plata, ni el
oro, ni los vestidos de nadie.
Ustedes saben que trabajé con mis manos para conseguir
lo necesario para mí y para mis
compañeros
(Hch 20, 17ss).
El
que acoge a un niño como éste, a mí me acoge
Habiendo llegado a Cafarnaún y, ya en
casa, Jesús les pregunta:
¿De qué hablaban por el camino? Ellos se
quedan callados,
porque han estado discutiendo quién es
el más importante.
Jesús
se sienta, llama a los Doce, y les da una lección revolucionaria:
Quien
quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos.
Luego,
acoge
y abraza a un niño, lo pone en medio de ellos y les dice:
Quien acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge.
En
adelante, el centro de la comunidad no son Pedro, Santiago, Juan...
sino
los insignificantes, los que no valen
según los criterios humanos.
Siguiendo
estas enseñanzas de Jesús, revisemos nuestra historia,
y
encontraremos el testimonio y compromiso de muchos obispos:
que se expusieron totalmente, se
comprometieron hasta el fracaso,
la expulsión de sus diócesis, la
prisión, la expatriación y la muerte,
por
sus indios violentamente maltratados por los colonos.
Sus vidas deben ser ejemplo para el
obispo de nuestra época,
donde la mayor violencia la ejercen los
poderosos
y, como en el tiempo de los conquistadores,
“los hombres de armas”.
Por ello, Bartolomé de las Casas decía
“evangelización sin armas”,
lo que significa hoy: liberación no como lucha contra la
subversión,
sino como humanización del injustamente tratado:
el indio, mestizo, campesino, obrero,
pueblo simple, pobre, analfabeto
(Enrique
Dussel: Historia de la Iglesia en América
Latina, 1967).
Actualmente, hay millones de personas que
sufren hambre,
que
piden limosna -en las calles y plazas- para comer cualquier cosa
y,
con frecuencia, se van a dormir sin probar un pedazo de pan.
Entre
estas personas, lo que duele más, son
los niños y las niñas
que
nacen para vivir, pero mueren antes de tiempo;
son víctimas inocentes de un sistema
político y económico injusto.
Si
seguimos destruyendo la tierra, ¿qué
futuro tendrán los niños?
Al
respecto, comparemos la madre tierra con un avión de pasajeros,
que
solo tiene alimento, agua y combustible limitados.
El
1% viaja en 1ª clase, 5% en ejecutiva, y 94% en clase económica.
Pero
llega un momento en que todos los
recursos se agotan.
Entonces,
el avión planea un poco, se precipita y todos
mueren.
¿Queremos este destino para nosotros y
para nuestro planeta?
Solo
tenemos una alternativa: o cambiamos
nuestros hábitos,
o iremos desapareciendo lentamente (L.
Boff, 4 sept 2015).
J. Castillo A.
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