26º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Núm 11,25-29 - Stgo
5,1-6 -
Mc 9,38-48
En la época de Jesús y, lamentablemente,
también en nuestros días,
hay creyentes que ven a un
herido abandonado en el camino,
pero
no hacen nada para auxiliarle, prefieren seguir su camino.
En
cambio, hay personas rechazadas por la
religión oficial,
que
se compadecen y hacen todo lo posible para salvarle (Lc 10,25ss).
Al
respecto, en su Tratado sobre el bautismo,
San Agustín dice:
Muchos que parecen estar dentro… están
fuera;
y muchos que parecen estar fuera… están
dentro.
El
que no está contra nosotros, está a favor nuestro
El discípulo Juan trata de impedir la
acción de un hombre
que
sana a los enfermos, devolviéndoles vida, dignidad, libertad;
alega
que actúa en nombre de Jesús… pero, no nos sigue…
Él
y los otros se consideran propietarios
únicos de la misión de Jesús
y,
por eso, no valoran el bien que hace aquel discípulo
anónimo.
¿Para
hacer el bien debemos someternos a ciertas
instituciones?
¿Son rivales aquellos que trabajan por
una sociedad más humana?
¿No
será mejor trabajar para que todos sean profetas? (1ª lectura).
Jesús
corrige ese espíritu mezquino de sus
discípulos diciéndoles:
El que hace milagros en mi nombre no
puede hablar mal de mí.
El
que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
Tengamos
presente que en la construcción del Reino de Dios,
y
en el anuncio de la Buena Noticia, no se excluye a nadie.
Es
Jesús quien nos llama sabiendo que
no somos los mejores,
y
a nosotros nos corresponde responder como simples servidores.
El
Reino de Dios no crece solo dentro de la
institución eclesial,
sino
más allá, con los hombres y las mujeres de buena voluntad,
que
trabajan por un mundo mejor, más humano, justo, fraterno.
En
esta perspectiva, hace falta dejar nuestros intereses y egoísmos,
para
dialogar con los que pertenecen a
otras agrupaciones,
y
juntos defendamos los derechos
elementales de los pequeños…
¡Ay
de los que escandalizan a uno de estos pequeños!
Jesús, Profeta de Nazaret, sigue formando a sus seguidores,
para
que se comprometan por el Reino de Dios y su justicia.
Nadie
puede ser discípulo de Jesús si, al mismo tiempo, escandaliza
-con
su manera de actuar- a los pequeños, a los creyentes más débiles;
pues,
al que escandalice a uno de estos pequeños que creen,
mejor sería que lo arrojen al mar con
una piedra atada al cuello.
Por
ello, Jesús emplea imágenes muy duras para examinarnos,
pues
lo que está en juego es nuestro destino final:
entrar en el Reino de Dios… o ser
arrojados al basurero…
Hoy
en día, hay un abismo escandaloso
entre ricos y pobres:
El lujo de unos pocos se convierte en
insulto
contra la miseria de las grandes masas (DP, 1979,
n.28).
Pero
hay algo más: En el contexto de pobreza y
aun de miseria
en que vive la gran mayoría del pueblo
latinoamericano,
los
obispos, sacerdotes y religiosos
tenemos lo necesario
para la vida y una cierta seguridad;
mientras
los pobres carecen de lo
indispensable y se debaten
entre la angustia y la incertidumbre (Medellín, Pobreza de la Iglesia).
¿Con nuestros ojos… pies… y manos… hacemos el bien o el mal?
*Las manos tienen relación con nuestras
actividades de cada día.
Como
Jesús, debemos emplear nuestras manos para:
dar
de comer… acoger a los forasteros… sanar a los enfermos…
Sin
embargo, hay personas que usan sus manos para:
-incrementar
sus riquezas sin pagar el salario justo a sus trabajadores,
-llevar
en la tierra una vida de lujo y de placer,
-condenar
y asesinar al inocente que no puede defenderse (2ª lectura).
Si tu mano te hace caer, córtatela… renuncia a ese
modo de actuar.
*Los pies sirven para seguir a un
maestro y caminar hacia una meta.
Como
cristianos sigamos a Jesús…busquemos a las ovejas perdidas…
demos
vida a las personas heridas y abandonadas en el camino…
Diferente
los que recorren mar y tierra para amontonar riquezas.
Si tu pie te hace caer, córtatelo… abandona esos
caminos herrados.
*Los ojos expresan nuestros deseos y
aspiraciones más profundas.
Quien
tiene ojo bueno ve con el corazón, es compasivo como Jesús,
está
atento para acoger, preferentemente, a los niños abandonados.
En
cambio, el que tiene ojo malo está lleno de codicia y ambición.
Si tu ojo te hace caer, sácatelo… aprende a ver
con el corazón.
J. Castillo A.
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