26º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Am 6,1a. 4-7 - 1Tim
6,11-16 - Lc 16,19-31
Empecemos reflexionando en los siguientes
textos de Lucas:
*Colma
de bienes a los hambrientos y despide sin nada a los ricos,
lo
dice María, la madre de Jesús, en el canto del Magnificat (1,53).
*Felices
ustedes los pobres… ¡Ay de ustedes, los ricos!... (6,20ss).
*El
que acumula riquezas para sí, no es rico ante Dios (12,21).
Cuánta
falta nos hace servir a los niños,
jóvenes, adultos, ancianos,
que
viven y mueren pobres y hambrientos, en un país como el nuestro,
donde
tenemos tantos recursos naturales en la Costa, Sierra y Selva,
explotados
por empresarios ricos que solo buscan amontonar dinero.
Había
un hombre rico… Había un pobre llamado Lázaro…
A los fariseos, amigos del dinero, que le escuchan y se burlan,
Jesús
les dice: Había un hombre rico, que
se vestía elegantemente
y cada día ofrecía espléndidos banquetes. Este rico no
tiene nombre.
Es incapaz: -de ver el sufrimiento y -de oír el lamento del pobre.
Solo
le interesa: comer, beber, gozar,
disfrutar, pasarlo bien.
Jesús
continúa diciendo: Había también un pobre llamado Lázaro
(=Dios
ayuda), echado en el suelo, a la puerta
de la casa del rico.
No lleva vestido lujoso… sino llagas en
todo su cuerpo.
Tiene hambre… pero la comida
que sobra es arrojada al basurero.
Solo los perros, animales
impuros, se acercan a lamerle sus heridas.
Diversos
abismos separan a los poderosos de los pobres indefensos:
*El profeta Amós (en el s. 8º a.C.) denuncia a los ricos malvados
que
duermen lujosamente, comen y beben en grandes banquetes…
mientras
el país se arruina y a los ricos no les
importa (1ª lectura).
*El sacerdote y el levita (funcionarios
del templo) no hacen nada,
al
ver al hombre herido y abandonado en el camino. En cambio,
un samaritano despreciado se compadece y
lo salva
(Lc 10,30ss).
*No debemos imitar a los maestros de la ley que visten lujosamente,
buscan
los asientos de honor… devoran los
bienes de las viudas,
y
para disimularlo hacen largas oraciones (Lc 20,46s).
Muere
el pobre Lázaro… Muere también el rico…
Para Lázaro
parece que no hay sepultura, no tiene familiares,
sin
embargo, su familia son ángeles que lo llevan al seno de Abrahán.
En
cambio el rico es sepultado y va al
lugar de los tormentos.
En este mundo Lázaro recibe
desgracias y en el cielo es
consolado,
el
rico, en cambio, tiene muchos bienes y ahora es atormentado.
Estas
palabras no debemos repararlas de su contexto y concluir:
-Dios
quiere que los pobres sufran en esta
vida y los ricos gocen,
-que
se debe esperar el más allá para que
estas injusticias cambien.
No
olvidemos que nuestro destino final se decide en esta vida terrenal.
Examinemos
nuestra vida con el
siguiente
texto de nuestros Obispos:
En el contexto de pobreza y aun de miseria
en que vive la gran mayoría del pueblo
latinoamericano,
los obispos, sacerdotes y religiosos
tenemos lo necesario para la vida,
y cierta seguridad; mientras los pobres carecen de lo indispensable
y
se debaten entre la angustia y la incertidumbre.
Y no faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos,
párrocos y religiosos no se identifican realmente con ellos,
con sus problemas y angustias; que no siempre apoyan
a los que trabajan con ellos o abogan
por su suerte (DM,
14º, n.3).
Padre
Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro
*Que moje su dedo
en agua y me refresque la lengua.
El
rico es un judío devoto, conoce a Abrahán y le llama padre.
Abrahán
responde y le llama hijo. Esto
significa que la parábola
va
dirigida a los ricos creyentes, para
que: -se conviertan…
-cambien su manera de vivir… -dejen de ser ambiciosos, egoístas…
-devuelvan lo que robaron a las personas
marginadas y explotadas,
-luchen y destruyan el abismo que hay
entre ricos y pobres.
*Que
avise a mis hermanos para que no vengan a este lugar.
El
rico no quiere que sus hermanos padezcan el mismo tormento,
por
eso pide para que Lázaro vaya a su casa y los advierta.
Abrahán
le dice: Tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen.
No
olvidemos que Moisés y los profetas hablan en nombre de Dios.
*No,
padre Abrahán, si un muerto los visita, se convertirán.
Abrahán
le responde: Si no escuchan a Moisés ni a
los profetas,
aunque un muerto resucite no le creerán. Los milagros
no convierten
a quienes
tienen el corazón endurecido (Lc 10,13).
J. Castillo A.
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