Epifanía del Señor: 6 de enero del 2019
Is 60,1-6 - Ef
3,2-6 -
Mt 2,1-12
El texto de Mateo no debemos tomarlo como
un hecho histórico,
sino
como una parábola con un mensaje
sobre Dios (Cf. 1Re 10,1-10).
Aquellos
sabios de Oriente: Caminan…
Preguntan… Oyen…
Buscan y hallan al Niño… Le adoran… Le
ofrecen sus dones…
Al
respecto, más tarde -en el Sermón del monte- Jesús dirá:
Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les
abrirá;
porque quien pide recibe, quien busca encuentra,
y a quien llama a la puerta se le abre (Mt 7,7s).
Jesús
es rechazado por las autoridades de Jerusalén
Herodes es un “rey extranjero” y
“sirviente” del imperio romano.
Para
mantenerse en el poder, no solo asesina
a sus enemigos,
sino
también a sus propios familiares: cuñado, suegra, esposa e hijos.
Cuando
Herodes se entera que unos sabios de Oriente preguntan:
¿Dónde
está el Rey de los judíos que acaba de nacer?,
se
pone nervioso, teme a ese Niño pobre que ha nacido en un establo,
y
para acabar con Él, ordena matar a
los niños menores de dos años.
Como
Herodes, hay personas particulares y autoridades corruptas,
que
oprimen a los pobres indefensos para
mantener sus privilegios.
Sobre
la opresión, el papa Francisco hace esta denuncia (EG, n.53):
Hoy, todo entra dentro del juego de la competitividad
y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.
Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población
se ven excluidas y marginadas: sin
trabajo, sin horizontes, sin salida.
Mientras
aquellos sabios caminan hasta encontrar
al Niño Jesús,
los
escribas, fariseos y autoridades religiosas buscarán matar a Jesús.
Más
tarde, Jesús les dirá: Ustedes estudian la Escritura con cuidado,
porque esperan encontrar en ella la vida
eterna…
pero ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida (Jn 5,39s).
Lamentablemente,
lo sucedido en esa época, sucede también hoy,
porque
Jesús viene a los suyos y los suyos no le reciben (Jn 1,11).
Unos
sabios de Oriente adoran a Jesús en Belén
Después de caminar cientos de kilómetros,
llegan a Belén.
Entran en la casa. Ven
al Niño con María, su madre. Se
arrodillan.
Le
adoran. Abren sus cofres y le ofrecen: oro, incienso y mirra.
Años
más tarde, Jesús elogiará la fe y conducta de tres extranjeros:
del
centurión romano (Mt 8,5), de la mujer siro-fenicia (Mt 15,21),
y
del leproso samaritano que vuelve
para agradecerle (Lc 17,11ss).
Los
padres de la Iglesia (s. IV) dicen que aquellos sabios ofrecen:
oro pues Jesús es Rey, incienso porque es Dios, mirra porque padece.
Sin
embargo, lo que dice Santo Tomás de Aquino es más acertado:
-Oro, porque los padres de Jesús son pobres.
-Incienso, por el mal olor que hay en el establo.
-Mirra, para la salud del Niño. (Cf. Lectura, n.201).
¿Qué hacemos, hoy, por: -los pobres, -el mal olor, -los
enfermos?
*¿Hasta cuándo nuestros hermanos campesinos y nativos pobres,
seguirán
siendo expulsados de la tierra donde
han nacido?
¿Por
qué se permite a quienes buscan y adoran al
becerro de oro,
destruir
la naturaleza y explotar a los pobres
con salarios miserables?
*Sobre el mal olor, escuchemos la denuncia del Papa Francisco:
La tierra, nuestra casa, parece
convertirse cada vez más
en un
inmenso depósito de porquería…
Muchas veces se toman medidas solo
cuando se ha producido
efectos irreversibles para la salud de las personas.
Estos problemas están íntimamente
ligados a la cultura del descarte,
que afecta tanto a los seres humanos excluidos
como a las cosas que rápidamente se
convierten en basura (LS, 21s).
*Acerca del hambre, causa principal de
tantas personas enfermas,
que
la denuncia de Paulo VI no sea letra
muerta (PP, 1967, n.53):
Cuando tantos pueblos tienen hambre,
cuando tantos hogares sufren miseria,
cuando tantos hombres viven sumergidos
en la ignorancia,
cuando quedan por construir tantas escuelas, hospitales, viviendas…
todo derroche público o privado, todo gasto de ostentación…
toda carrera armamentista se convierte en un escándalo intolerable...
Quieran los responsables oírnos antes
que sea demasiado tarde.
Cuando
seamos una Iglesia accidentada, herida y
manchada
por
salir a la calle
(EG 49), por caminar… entonces
podremos decir:
Señor, te busqué y te encontré entre tus hermanos pobres.
J. Castillo A.
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