VI Domingo de
Pascua (ciclo A)
Hch 8,5-8.14-17 - 1Pe
3,15-18 - Jn 14,15-21
Mientras Jesús se
despide de sus discípulos les dice: Si
ustedes me
aman, cumplirán mis
mandamientos. También les promete: Pediré al Padre
que les dé otro Defensor, el Espíritu de
la verdad. Y
añade: No les dejaré huérfanos,
volveré para estar con ustedes. Esto
nos recuerda lo dicho por Isaías sobre el rostro materno de Dios: ¿Puede una madre
olvidar o dejar de amar al hijo de sus entrañas? Pues aunque ella
se olvide, yo tu Dios no te olvidaré
(Is 49).
Si
me aman, cumplirán mis mandamientos
Durante el tiempo
que Jesús anunció el Reino de Dios en Palestina,
caminó
por ciudades y pueblos acompañado de sus discípulos.
A
todos ellos les amó con el mismo amor
con que el Padre le ama.
Han
pasado tres años… y entre ellos hay egoísmo, no saben amarse,
discuten
y ambicionan ocupar los primeros puestos (Mc 10).
¿Qué
será de ellos ahora que Jesús -traicionado por uno de ellos-
será
encarcelado, torturado y morirá injustamente crucificado?
Fue
entonces cuando Jesús, insistiendo una y otra vez, les dice:
Si
ustedes me aman,
cumplirán mis mandamientos… El que conoce
mis mandamientos
y los cumple, ése es el que me ama.
Jamás
debemos olvidar que su mandamiento nuevo
es: amarnos
mutuamente
como Él nos ama. Si de veras nos amamos unos a otros,
todos
reconocerán que somos sus discípulos. No hay otro camino.
Si amamos a Jesús, escuchemos y practiquemos sus enseñanzas,
preocupándonos
-sobre todo- de los insignificantes y necesitados:
que
no tienen pan para saciar su hambre… agua para calmar su sed…
techo
donde vivir dignamente… vestidos que cubran su desnudez…
Desde
todos ellos, el mismo Jesús nos sigue diciendo: si me aman…
nos
llama a convertirnos… nos invita a un amor comprometido…
Desde
ellos, Jesús desenmascara nuestras costumbres religiosas…
rompe
nuestra rutina, tranquilidad, egoísmo, indiferencia…
Los
pobres nos evangelizan, ellos son los hermanos de Jesús.
El
Defensor, el Espíritu de la verdad
Refiriéndose a la
verdad que nos hace libres, Jesús dice a los judíos:
El padre de
ustedes es el diablo… Él es asesino desde el principio.
No se mantiene
en la verdad, y nunca dice la verdad.
Cuando dice
mentiras, habla
su lenguaje, él es mentiroso y padre de la mentira.
Pero como yo digo
la verdad, ustedes no me creen (Jn 8).
Esta
denuncia de Jesús se aplica, hoy, a ciertas autoridades quienes,
desde
el poder, han institucionalizado: corrupción, robo, asesinato.
-Hoy… el poderoso se come al más débil
(EG, n.53).
-La adoración
del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión
nueva y
despiadada en la dictadura de la
economía sin rostro (ib.55).
-Los excluidos
ven crecer ese cáncer social que es la
corrupción (60).
Frente
a estos problemas, volvamos nuestra mirada a Jesús.
Él
jamás se deja engañar por el poder y bienestar del imperio romano,
tampoco
se deja seducir por las ceremonias y las riquezas del templo,
ni
por las enseñanzas religiosas de los fariseos y maestros de la ley.
Con
palabras y obras, busca el Reino del
Padre Dios y su justicia.
Por
eso, en el discurso de despedida, anima a sus discípulos diciendo:
Pediré al Padre
que les envíe otro Defensor, el Espíritu
de la verdad,
que
estará siempre con ustedes.
Los del mundo no lo pueden recibir.
No
les dejaré huérfanos
Es muy triste
ver, sobre todo en nuestras calles, niños huérfanos;
y,
lo que es más doloroso, ver niños huérfanos de padres vivos.
Lo
mismo sucede en la sociedad, donde hay autoridades que en lugar
de
servir, amontonan dinero y, para ello, hacen callar o desaparecer...
Qué
diferente el ejemplo de personas sencillas que acogen al pobre:
*Allí
está la inocencia de ese niño que al
ver a un mendigo descalzo
y
mal vestido, levanta sus gorditas manos y le dice: -¡Hola amigo!
Luego,
se desprende de su madre y corre para abrazar al mendigo…
Al
final, el mendigo le dice: -Señora, Ud.
me dio un hermoso regalo.
Los
que reciben el Reino de Dios como un niño, entrarán en él.
*También
está el joven generoso que da sus
cinco panes de cebada
y
dos pescados, dando inicio a la multiplicación de los panes (Jn 6).
En
lugar de despedir a los hambrientos, debemos darles de comer.
*No
olvidemos el ejemplo del buen samaritano,
que salva al herido
abandonado
en el camino, no así los funcionarios del templo (Lc 10).
Lo que hacemos con los pobres, lo hacemos con
Jesús.J. Castillo A.
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